Medicina, nada que ofrecer para atender a víctimas de una guerra nuclear

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Para el doctor Omar mar Sánchez Ramírez y el doctor  Abel Archundia García. Académicos del Departamento de Cirugía de la Facultad de Medicina  de la UNAM, las declaraciones del presidente ruso Vladímir Putin con respecto a poner en alerta el armamento nuclear, así como las medidas adoptadas por varios países para bloquear operaciones financieras de Rusia y, por otro lado, las nutridas manifestaciones de protesta en diferentes naciones, incluida Rusia, que demandan detener la guerra, han creado un ambiente que nos recuerda la Guerra Fría de los años 60 y 70.

Esta declaraciones nos traen a la memoria  la actitud y compromiso de condena por parte de diferentes sectores de la población y en particular de personajes que desde el campo de la medicina asumieron en aquella época una postura crítica ante el uso del armamento nuclear.

En un artículo publicado en la Gaceta de la UNAM señalan al doctor Bernard Lown, médico cardiólogo de origen lituano, que emigró muy joven a los Estados Unidos junto con su familia a consecuencia de la invasión nazi de su país de origen. El doctor Lown, quien falleció hace un año, el 16 de febrero de 2021, se destacó por una serie de importantes aportaciones a la cardiología que lejos de mantenerse circunscrito a su competencia profesional, mantuvo a lo largo de su vida un compromiso de crítica social hacia temas como al armamentismo nuclear y sus consecuencias desde el punto de vista médico, así como sobre el racismo entre otros.

Recuerdan que el doctor Lown convocó a la creación de una organización de médicos alrededor de una idea: la medicina moderna no tiene nada que ofrecer para atender a víctimas de una guerra nuclear, y de allí la urgencia de detener la carrera armamentista. “Nosotros como médicos prescribimos un alto a las explosiones nucleares”, fue su llamado para detener las pruebas atómicas.
Lown fue responsable junto con el ingeniero Barouh Berkovits del desarrollo en 1962 de un desfibrilador del corazón, equipo médico que se utiliza para revertir arritmias letales que se suelen presentar en casos de “muerte súbita”.

 “El incesante crecimiento de los arsenales nucleares, la cada vez mayor precisión de los misiles y el uso de la computarización continua en los sistemas de respuesta provocan una inestabilidad que coquetea con la guerra nuclear debida a fallas técnicas, errores de cálculo, aberraciones humanas o actos delictivos. El tiempo cada vez más estrecho entre un lanzamiento fallido y la detonación nuclear relegan la toma de decisiones críticas a las computadoras, programadas por seres humanos falibles”, señalaba Lown.

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