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En la emergencia más dura del Covid-19, y la reconversión de numerosos hospitales, un sector de la población de zonas urbanas buscó personal calificado, como las parteras, para que atendieran nacimientos, afirmó Lucía Illescas Correa, académica de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO) de la UNAM.
“Hubo una solicitud constante de atención porque se generó ansiedad, temor entre la población y buscaron personal calificado para la atención de parto en el hogar. Un profesional de la salud que tiene título y cédula puede atender un nacimiento y llevar a cabo todo un plan de trabajo, un protocolo de emergencia”, señaló la enfermera perinatal y quien ha sido partera desde hace 30 años.
La especialista de la UNAM sostiene que en la emergencia atendía aproximadamente cada seis meses un alumbramiento, pero en los momentos más álgidos de la emergencia sanitaria llegó a tener cuatro solicitudes de apoyo al parto, en cuatro meses.
“Tuve la oportunidad de comentarlo con la presidenta de la Asociación de Parteras Profesionales y coincidió en que ella ha atendido uno o dos nacimientos al mes, en estos dos años”, aseveró.
En México, explicó, existe una amplia tradición cultural para que parteras o matronas atiendan a las mujeres de sus comunidades; en las grandes ciudades suelen recurrir a instituciones de salud, aunque también hay un sector de la población que cada vez más desea llevar a cabo el nacimiento de manera natural, con las intervenciones mínimas necesarias.
En ese sentido, tienen las habilidades y conocimientos para hacer un plan de alumbramiento en casa, pero también para identificar riesgos y planear la asistencia al hospital, de ser necesario.
Illescas Correa aseguró que la Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-2016, Para la atención de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, y de la persona recién nacida, les reconoce el derecho de expresar cómo quieren que se desarrolle el nacimiento, respecto a las intervenciones que se podrían llevar a cabo.
La atención de ellas no desplaza a otro personal de salud. El componente diferenciador entre una enfermera perinatal o una partera con un médico es la comprensión amplia que tienen las dos primeras, respecto al entorno que rodea a la mujer que va a dar a luz y que le permite expresar sus deseos sobre la forma en que quiere que su bebé nazca.
Pueden expresar, por ejemplo, su decisión de que el parto no sea inducido, si no es indispensable; que si el embarazo es de término -40 semanas- y el bebé nace llorando y respirando, sea colocado en su pecho para termo-regularlo, para vincularse con él afectivamente y que adquiera bacterias que le ayudarán en su vida.
La especialista universitaria expresó que todas tienen la posibilidad de acceder a estos servicios, pero en diferentes categorías o momentos. “Una mujer con cardiopatía también tiene necesidad de educación a la salud y podemos darle consejería sobre el proceso que está cursando, cuáles son las herramientas que necesita para afrontar esta complicación”, explica.