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Académico y alumnos de la UAM, señalan que el lobo mexicano está en grave peligro de extinción, pero a través del trabajo de muchas personas parece que esta situación se está logrando revertir, ya que después de 30 años de extinción local, algunas manadas de esa especie han vuelto a depredar venados cola blanca, conejos, guajolotes silvestres y otros mamíferos medianos y pequeños, y sus célebres aullidos pueden escucharse en la Sierra Madre Occidental, en los estados de Chihuahua y Sonora.
El doctor Miguel Ángel Armella Villalpando, investigador del Departamento de Biología en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) explicó que gracias a un programa de recuperación del lobo mexicano que lleva a cabo la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) junto con universidades y grupos de la sociedad civil y de conservacionistas de Estados Unidos se ha logrado reintroducir a su hábitat natural.
Al dictar la conferencia Lobo mexicano: un largo y difícil camino de regreso, aún falta mucho por hacer para lograr un buen número de ejemplares viviendo en la naturaleza, sin intervención del ser humano.
Por ello es necesario regresar a este mamífero a su hábitat natural, pues contribuye al equilibrio del medio ambiente y la recuperación de la flora y fauna, además de que no es una amenaza directa para el ser humano; por lo general lo esquivan porque le tienen miedo y a él a su vez no le gusta el contacto con los ellos.
Respecto de la alimentación del lobo gris, Canis lupus baileyi, la estudiante de Biología Miriam Aviña se refirió a su alimentación por su dentadura, que consta de 42 dientes de los que destacan sus cuatro colmillos conocidos como caninos y que sirven para aferrar a sus presas.
Esta especie está en la cima de la pirámide alimenticia y controla a las poblaciones de animales que son su alimento. En su hábitat, el lobo mexicano es capaz de satisfacer sus necesidades nutricionales y consumen alrededor de 2.8 kilos de carne al día, siendo sus principales presas el venado cola blanca, conejos, guajolotes silvestres y otros mamíferos medianos y pequeños.
La estudiante señaló que los zoológicos no son lugares malos de encierro, sino de investigación, ya que generan conocimiento para la conservación de los ejemplares en su vida silvestre y fomentan conciencia para cuidar los ambientes naturales.