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El terremoto de México de 1985 tuvo lugar el jueves, 19 de septiembre de dicho año, los heridos y muertos se contaban por cientos, pero la desgracia continuaría. La noche del 20 de septiembre, es decir al siguiente día, hubo una réplica que tuvo gran repercusión para la capital al colapsar estructuras reblandecidas un día antes.
El sismo afectó la zona centro, sur y occidente de México, en particular a la Ciudad de México, donde se percibió a las 07:19 debido al arribo de la onda S del sismo, hora local. Ha sido el más significativo y dañino en la historia escrita de los movimientos telúricos de dicho país y de su capital, y superó en intensidad y en daños al registrado en 1957, que hasta entonces había sido el más notable en la ciudad.
Las consecuencias directas e indirectas del terremoto fueron de diversa índole, y abarcaron un sinnúmero de aspectos tanto de la Ciudad de México como del propio país: el alto número de víctimas y de heridos; la remoción de escombros y los esfuerzos de toda índole por lograr lo que en ese entonces se denominó vuelta a la normalidad; el cambio en el entorno urbano de diversas zonas de la ciudad por la creación de nuevos inmuebles que reemplazaron a otros o que ampliaron los existentes.
La Secretaría de la Defensa Nacional implementó en 1965 el Plan DN-III-E. Dicho plan tiene por objeto aminorar o limitar los efectos de los desastres en una zona afectada, coordinar a las fuerzas armadas y los apoyos de los organismos de la administración pública federal e instituciones privadas para intervenir efectivamente en auxilio de la población.
El plan estaba organizado con base en grupos de auxilio de diferentes niveles, un grupo central de auxilio a nivel nacional, presidido por el presidente de México y constituido por dependencias de la administración pública federal e instituciones privadas. Un grupo de auxilio de zona, a nivel estatal, y un grupo de auxilio de sector, a nivel municipal.
Luego del segundo sismo, Miguel de la Madrid Hurtado dio a las 19:40 de la noche del 20 de septiembre de 1985 un mensaje a la nación televisado, en el que compartió su luto y tristeza y enalteció el espíritu de solidaridad internacional. Manifesto que no tenía cifras precisas ni completas, que existían atrapados en las construcciones que no se habían podido rescatar.
Destacó el papel del Ejército y Armada Nacional, a los cuerpos de policía, bomberos, socorristas y voluntarios. Sin embargo reconoció, que la tragedia era de tal magnitud que los había rebasado en muchos casos.
Reiteró su orgullo por el sentido de fraternidad del pueblo mexicano, a los medios de comunicación por informar de «manera responsable y madura» al ubicar el problema, en «su debida proporción», declaró: «La tragedia es grande, pero la capital de México no está arrasada», la capital estaba volviendo a su normalidad, Ciudad de México, «seguía en pie».
Las 36 horas que tardó el mensaje a la nación fueron criticadas provocando la sensación de que el gobierno actuó con lentitud, lo que en opinión del presidente no fue verdad y se debió a «los medios de comunicación, en particular la prensa escrita, (que) se hicieron eco de este ánimo casi obsesivo y crítico en reportajes y comentarios editoriales».