Caso Paco Stanley; cuando la TV se convirtió en un arma contra el estado

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Francisco Jorge Stanley Albaitero mejor conocido como Paco Stanley, fue un humorista, actor y conductor de televisión mexicano que también participó directamente, por un tiempo, en actividades de la política de su país, ya que fue miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

 Fue contratado por Televisa en 1974 para el Canal 4, en el programa Nuestra Gente. Después de participar por varios años en programas tales como Alegrías de Mediodía, Divertidísimo, La Mujer Ahora y El Club Del Hogar, al lado de Francisco «Madaleno» Fuentes, supliendo al locutor Daniel Pérez Arcaraz, a su fallecimiento.

En 1986, fue anfitrión del programa La carabina de Ambrosio; fue conductor del programa «En Pantalla» desde finales de 1986; en 1988, presentador de la sección de espectáculos del canal de noticias ECO; en 1991, le ofrecieron la conducción de ¡Ándale!, junto con Arlette Garibay y Benito Castro, que fue bien recibido por el público y que alcanzó altos niveles de audiencia. Posteriormente, en 1993, condujo Llévatelo, con Gabriela Ruffo, y en 1995, ¡Pácatelas!, donde compartió créditos con Mario Bezares y Benito Castro.2​ 3​ 4​

El 15 de diciembre de 1998, estrenó un nuevo programa pero ahora en TV Azteca titulado Una tras otra, acompañado por segunda ocasión de Mario Bezares y además del periodista de espectáculos Jorge Gil.

En mayo de 1999, estrenó en esa misma televisora su programa nocturno sabatino Si hay…y bien… del que solo duró 3 episodios al aire. 6​

A las 12:08 del lunes 7 de junio de 1999, Paco Stanley fue asesinado en la Ciudad de México afuera de un restaurante llamado «El Charco de las Ranas», poco después de haber terminado la transmisión de su edición matutina de Una tras otra en TV Azteca.

Stanley se encontraba desayunando en el restaurante con sus compañeros Mario Bezares, Jorge Gil, su chofer Jorge García Escandón y algunos de sus escoltas. Según testigos, Bezares había recibido una llamada telefónica, la cual contestó alejándose de Stanley y de Gil.

En ese momento, fueron sorprendidos por unos sujetos, que cruzaron un puente peatonal sobre el anillo periférico y armados con una ametralladora provocaron más de 20 disparos hacia su camioneta y se dieron a la fuga, causándole la muerte instantánea a Stanley dándole cuatro tiros en el rostro e hiriendo a su compañero Jorge Gil en una pierna.

A raíz de su asesinato, se plantearon diversas hipótesis, de las cuales la que más cobró fuerza fue que tenía nexos con el narcotráfico, ya que el día de su asesinato se encontró en su ropa una bolsa con contenido que se identificó como cocaína, según afirmaciones de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), afirmaciones que posteriormente fueron desmentidas por familiares.1

 Este acontecimiento destacó una severa oleada de críticas de los medios contra el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, así como contra el entonces procurador Samuel del Villar, por el desenfrenado crecimiento de violencia que se vivía en la ciudad. ​ Sin embargo, parecía claro que este atentado había sido perpetrado por el crimen organizado.​

A las pocas semanas del asesinato, se incriminó como autores intelectuales del asesinato a dos de los colaboradores en el programa del actor: Mario Bezares y la edecán Paola Durante. La teoría de que Stanley consumía y/o vendía drogas y la sospecha de Bezares como uno de los responsables del asesinato se fortalecieron aún más cuando, en una emisión en vivo, mientras Bezares bailaba, se tiró al piso, y en ese movimiento se le cayó una bolsa trasparente con un polvo blanco, la cual se supuso era cocaína. Bezares se la entregó a Stanley, quien no comentó nada y sonrió nervioso; el programa era transmitido en un horario familiar y no contenía temas de adultos como para pensar que fuera broma sino, más bien, un descuido de Bezares.1

Ese día, con un nivel enorme de audiencia alcanzado en muy poco tiempo, nació un nuevo estilo periodístico en el que la televisión mexicana se convirtió en un arma en contra del estado, Televisa por un lado y TV Azteca vigilando desde un helicóptero al Ministerio Público en sus instalaciones.

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