Jóvenes inicialmente inmersos en la cultura extranjera acabaron definiendo no sólo la primera etapa de lo que ahora se conoce como escena oscura, sino que hicieron un retrato de la sociedad mexicana en la década de 1980 con sus propios matices, es lo que plantea Vamos a jugar a Londres. La escena oscura del rock mexicano al sur del D.F. en los 80, escrito por José Hernández Riwes Cruz, sostuvieron Julián Woodise y Juan Antonio Vargas.
La obra de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) es de lectura ligera, muy bien documentada, muy anecdótica, “fluye de una manera rica y retrata un momento de muchos cambios sociales porque fue la verdadera juvenilización de la cultura pop, aborda la globalización y el clasismo que atraviesa de modo contundente”, apuntó Woodise.
Por fortuna en años recientes “estamos viendo contenidos que ya son más localizados, se suman más cosas porque están falleciendo los protagonistas, por lo que se están perdiendo muchas historias que marcaron una generación, de ahí que Vamos a jugar a Londres es un documento valioso por el relato y por los testimonios”.
El maestro José Hernández, docente de la Unidad Azcapotzalco de la Casa abierta al tiempo, comentó que la falta de materiales editados es lo que detonó esta investigación que trabajó junto con Macarena Muñoz desde 2013, aunque en realidad empezaron en 1987 en la escena oscura, porque en ese momento los libros sobre rock mexicano podían contarse con los dedos de una mano.
“Cuando sale la iniciativa de esta obra en 2013 más o menos un poco como respuesta no antagónica, sino colaborativa con la publicación de Daniel de la Fuente, llamada Escena gótica mexicana. Tres décadas. Volumen 1, aborda los años 90 del siglo pasado y en una de las partes hay una entrevista en la que menciona que la escena oscura tiene raíces por toda la metrópoli y es en el sur donde empezaron a hacer cosas y de repente desborda en los fresitas de la ciudad”, mencionó.
Sin embargo, “lo tomamos más de una manera jocosa, no como un ataque, aunque somos los fresitas, Macarena y yo crecimos en este entorno, éramos en ese momento adolescentes no protagonistas, sino hasta una década después, pero fue una manera de ir hilando el escrito y eso es lo que detona Vamos a jugar a Londres”.
Esta frase viene precisamente de este grupo de personas que organizaba sus fiestas diciendo vamos a jugar a “ese Londres imaginario que no existe en otro lado más que en la cabeza de la gente, no se iban a encontrar con la urbe que habían imaginado”, apuntó el autor.
Esta obra plantea cómo en la segunda mitad del siglo XX los jóvenes mexicanos descubrieron un mundo exterior a través de medios y grabaciones extranjeras, refirió Juan Antonio Vargas.
En el caso de los fresitas “diría que no son fresitas, sino gente que creció en un mundo intelectual que la enriqueció e hizo que buscaran elementos para entender no sólo el rock mexicano, sino una etapa del país”, concluyó.