La académica del Doctorado en Ciencias Biomédicas de la UNAM, Denhí Schnabel Peraza, realiza estudios con el pez cebra para evaluar contaminantes del agua denominados microcontaminantes orgánicos o contaminantes emergentes, que hasta hace algunos años no se consideraban un problema.
Diversas investigaciones previas indicaron que varios de ellos son disruptores endócrinos, los cuales ocasionan, por ejemplo, que en poblaciones silvestres de peces se altere la proporción de machos y hembras. Además, es posible encontrarlos en ríos y cuerpos de agua, debido a que las normas de tratamiento no los incluyen.
La académica universitaria explicó que algunos son fármacos que se utilizan de manera diaria, compuestos para la fabricación de resinas epoxi y/o plásticos de policarbonato o agentes microbianos que están en algunas pastas de dientes y cosméticos, entre otros productos.
“En colaboración con la doctora Alma Chávez, del Instituto de Ingeniería de la UNAM, comenzamos a analizar las concentraciones de estos contaminantes del agua que van de nuestras casas, de los hospitales o la industria y llegan, en el mejor de los casos, a una planta de tratamiento”.
Observamos que después de que es tratada, se mantienen a lo largo del tren del proceso debido a que las plantas procesadoras están enfocadas a cumplir con las normas vigentes, pero como los contaminantes no forman parte de estas, entran y salen sin ser removidos. Las concentraciones son pequeñas -del orden de nanogramos por litro-, no matan a los organismos, pero sí generan distintos efectos, abundó.
Usamos embriones del pez cebra, que son el huevo recién fecundado, los cuales son sensibles a concentraciones muy bajas de contaminantes. Hacemos estudios toxicológicos con este modelo que nos permite evaluar rápidamente si con su presencia en el agua sufren alguna deformación, pero también aspectos más finos a nivel molecular -la expresión de ciertos marcadores-, así como el comportamiento en larvas, destacó Schnabel Peraza.
Son empleados como biosensor. “Podemos tratar cientos de embriones con los distintos compuestos y realizamos pruebas de comportamiento. Cuando llegan al estadio de larva los ponemos en una cajita y les damos un estímulo, los tocamos y lo que ocurre normalmente es que un pez silvestre que no esté expuesto a ningún contaminante huye. Cuando ponemos los embriones en presencia de algunos contaminantes y después hacemos estas pruebas de comportamiento, ya no se mueven o lo hacen de manera errática”, precisó.
La académica se ha dedicado al análisis de la carbamazepina -que es un medicamento para tratar la epilepsia-, porque es un contaminante presente en los cuerpos del vital líquido a nivel mundial.
Asimismo, señaló que la concentración de este fármaco en los lechos de agua aumentó durante la pandemia, pues también se utiliza para atender a pacientes con depresión.