Con el objetivo de promover el multilingüismo y la diversidad cultural, cada 21 de febrero se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Lengua Materna, a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
“Este día tiene que entenderse como parte de una política general y un conjunto de instrumentos de derecho internacional, destinados a fomentar una cultura de la inclusión, la tolerancia, la pluralidad, el reconocimiento del otro y la construcción de paz”, explicó el doctor Leonardo Martínez Carrizales.
El investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) refirió que con ello también se busca recordar a quienes pertenecen a una cultura hegemónica sobre la presencia absolutamente real, importante, valiosa, de aquellas personas y comunidades que tienen una lengua diferente y que conviven junto al español.
En entrevista, el docente adscrito al Posgrado en Historiografía y la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Unidad Azcapotzalco, señaló que se debe entender que la noción de lengua materna trata de reconocer que la lengua es un entorno en que el ser humano nace, se desarrolla, se integra, piensa por primera vez y genera un contacto con el otro y con su entorno.
“La lengua no es sólo el conjunto de normas y leyes que tienen que enseñarse y aprenderse, antes que nada, es un sistema de relaciones y la escuela debe reconocer que tiene que fomentar el aprendizaje y el respeto a ese sistema de relaciones en que el ser humano nace y se concibe como un sujeto pleno”.
De acuerdo con el académico, la complejidad de las lenguas maternas no se agota en el conjunto explícitamente lingüístico de estos sistemas de representación, sino en el cúmulo de formas de ver el mundo para organizarlo políticamente, los métodos para relacionarse con el entorno material y el modo de generar vínculos con la naturaleza.
Por ello, reconoció que cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje tendría que darse en paridad absoluta con cualquier registro de lengua, aunque no sea el que impera, de acuerdo con el entorno territorial, cultural y humano en que se encuentre este proceso educativo.
“Un sistema educativo que no reconoce un ambiente de pluralidad lingüística obliga a las minorías étnicas no sólo a perder la riqueza léxica, gramatical, fonética y fonológica de sus respectivas lenguas, sino a perder y renunciar a todos aquellos conocimientos que están directamente asociados a esa lengua”.
Martínez Carrizales advirtió que perder uno de estos sistemas, como inevitablemente ocurre en el mundo moderno, implica perder un conjunto de saberes y visiones del mundo que pueden contribuir a procesos relacionados con la sustentabilidad y que son alternativos al conjunto de conocimientos que están asociados a lenguas dominantes.
“Perder una lengua implica perder un camino hacia la comprensión alternativa de la naturaleza y consecuentemente a una vida sustentable, implica perder también el conocimiento de sistemas de organización política y social alternativos con respecto de los sistemas políticos hegemónicos”.
Finalmente, el investigador apuntó que habría que aprovechar una oportunidad como ésta para recordar a la comunidad universitaria que la idea de la inclusión lingüística debe tener una presencia real en los métodos de enseñanza, en todos los niveles y en todas las disciplinas de las que la Universidad se hace cargo, con la modificación de planes y programas de estudio orientados en esta dirección.