Zapata un Espartaco en la Revolución Mexicana

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El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, presidió la ceremonia conmemorativa al 105 aniversario luctuoso del general Emiliano Zapata Salazar.

El jefe de gobierno, Martí Batres dijo que el 10 de abril de 1919, el periódico conservador Excélsior reportaba lo siguiente: ‘Zapata está cercado por tropas del gobierno, las fuerzas de los generales Cesáreo Castro y Pablo González confían poder capturar al cabecilla. Los zapatistas penetraron en el desgraciado pueblo de Huaquechula, Puebla, que tantos atentados ha sufrido por parte de los rebeldes y bandoleros. Un círculo de hierro tiene atrapado a Zapata en territorio poblano.’

Eran injurias y mentiras de la prensa, fake news de hace un siglo. Esa mañana, Zapata estaba en Morelos resistiendo a 80 kilómetros de Huaquechula, Puebla, y se trasladaba a Chinameca, donde fue asesinado a traición por el coronel Jesús Guajardo Martínez.

Al día siguiente, el mismo periódico, Excélsior, publicó en su primera plana a ocho columnas: ‘Murió Emiliano Zapata, el zapatismo ha muerto. El subtítulo decía: ‘El sanguinario cabecilla cayó en un ardid hábilmente preparado por el general don Pablo González’. Sin embargo, el zapatismo no había muerto.

Ya en 1911, cuando apenas empezaba la Revolución, en el congreso federal electo para acompañar la primera mitad del periodo presidencial de Madero el diputado reaccionario y conservador José María Lozano decía y preveía: ‘Ya Emiliano Zapata no es un hombre, es un símbolo, Zapata no es bandido ante la gleba irredenta que alza sus manos en señal de liberación, Zapata asume las proporciones de un Espartaco; es el reivindicador, es el libertador del esclavo, es el prometedor de riquezas para todos, ya no está aislado, ha hecho escuela, tiene innumerables prosélitos, es todo un peligro social, señores diputados’.

En ese entonces, cuando el presidente Madero le pide a Emiliano Zapata entregar las armas, este le contesta: ‘Mis soldados, los agricultores armados y los pueblos, todos, me exigen diga a usted, con todo respeto, que se proceda, desde luego, a la restitución de sus tierras’.

Poco tiempo, después Zapata endereza las armas que no entregó para combatir al usurpador y asesino de Madero, Victoriano Huerta.

Aun en los momentos más críticos del Ejército Libertador del Sur, Zapata no se rindió, no entró en componendas, no negoció, no traicionó. Zapata no buscaba acomodarse, no le interesaba una posición, ni siquiera pretendía el poder político en los términos revolucionarios generales; tampoco tenía aspiraciones materiales, no deseaba una hacienda, una fortuna personal, luchaba por la tierra para los demás.

Eso hizo de Zapata el liderazgo más puro de la Revolución, confiable, incorruptible, incoptable y, sobre todo, querible. Nunca se sometió y no aceptó más amo que los pueblos, y así se mantuvo, aunque ello lo llevara a la muerte.

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