“Viuda Negra” canibalismo del siglo XXI  

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Las arañas macho no tienen pene, pero sí pedipalpos, que son —explica el doctor Alejandro Córdoba Aguilar— como unos tentáculos delanteros cortitos, más chiquitos que las patas y que en los extremos tienen unos bulbos rellenos de espermatozoides. Los machos meten los pedipalpos en la vagina (u opérculo genital) de las hembras para inseminar sus óvulos, agrega el investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.

Otra diferencia de algunas arañas con otros insectos en general y con otros artrópodos es que, por su instinto depredador, durante o después de la cópula devoran al macho.

En la telaraña, las hembras ya inseminadas cargan en la espalda un saco de huevos (es como una bolsita blanca), hasta que las arañitas (50, 150, 200, dependiendo del tamaño de la hembra) nacen y se van.

El caso más emblemático o popular de la voracidad después de copular es el de la araña capulina, cuyo nombre científico es Latrodectus mactans.

Córdoba Aguilar abunda sobre la temida, por venenosa, viuda negra. Las hembras, dice, tejen la telaraña y los machos (tres o cuatro veces más pequeños) andan a la deriva, en busca de presas.

En época de reproducción, el macho va en busca de una hembra, tratando de detectar “los olores” que ésta deja en la telaraña. Cuando detecta tal estímulo químico sensorial hay un cortejo o ritual: el macho toca la telaraña, poco a poco, suavemente, como “si fueran las cuerdas de una guitarra”. Así sabe la hembra que se trata de un macho que quiere copular. En cambio: una mosca atrapada en la telaraña, al tratar de liberarse, se “mueve un motón” y la capulina hembra sabe que se trata de una presa.

El macho sigue tocando los hilos de la telaraña hasta que entra en contacto con la hembra. Se acerca por abajo (por la parte ventral) e introduce los pedipalpos en la vagina. La cópula dura de 20 a 25 minutos, lo cual tiene tres objetivos:

Durante ese lapso, si la hembra tiene hambre, se come al macho.

Al durar más, pasan más espermatozoides para fecundar más óvulos.

La hembra queda saciada o satisfecha, sin ganas de copular con otro macho.

¿Sacrificio por la vida?

No se trata de ningún sacrificio. El macho no parece sufrir e incluso al final de la cópula se ofrece para ser comido ya que, al devorarlo, la hembra se satisface y pierde su receptividad sexual. Cuando ésta se apaga, la hembra utilizará los espermatozoides del macho devorado y no los de otros machos. El “sacrificio”, paradójicamente se ofrece para la sobrevivencia de la descendencia del macho.

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