La enfermedad de Alzheimer es considerada una de las epidemias del siglo XXI. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 60 millones de personas la padecen y más de la mitad viven en países de ingreso bajo o medio.
En México, alrededor de un millón de personas viven con Alzheimer, la mayoría de los casos son del tipo esporádico, es decir, no tienen un componente genético y suele aparecer a partir de los 65 años con una afectación progresiva; sólo 1% es considerado de tipo familiar o genético y puede presentarse antes de los 50 años y ser más agresivo, refiere la doctora Ana Brígida Clorinda Arias Álvarez, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM.
Nos enfrentamos a una enfermedad neurovegetativa descrita por primera vez en 1906 por el médico alemán Alois Alzheimer, quien había atendido durante varios años a una paciente que presentaba problemas de lenguaje y de pérdida de memoria progresiva.
Cuando la mujer falleció, Alois decidió estudiar su cerebro convencido de que los síntomas tenían una explicación neurológica. Halló una atrofia generalizada de este órgano y observó que en muchas de las neuronas se encontraban densas y gruesas marañas de neurofribrillas anormales de proteína tau procedente del citoesqueleto de las mismas.
Actualmente, sabemos que la mayoría de las demencias que se diagnostican son del tipo de Alzheimer, una enfermedad de larga duración –alrededor de 10 años– y que suele presentar cambios celulares hasta 20 años antes de mostrar sus primeros síntomas clínicos.
Aunque no se sabe qué la provoca, se ha observado en las autopsias de cerebros de pacientes la acumulación de una proteína conocida como beta-amiloide. Esta molécula normalmente es producida por el organismo en cantidades muy pequeñas, pero por razones desconocidas, en algunas personas se empieza a producir en grandes cantidades y se acumula alrededor de las neuronas formando placas que impiden su funcionamiento.
Otra lesión detectada es la que sucede en el interior de las neuronas conocida como “marañas neurofibrilares”, compuestas por una proteína llamada tau. Esta proteína normalmente forma parte de la estructura de la neurona y en ocasiones, por razones también aún desconocidas, se separan de la proteína tubulina, entonces las moléculas de tau se empiezan a pegar entre ellas hasta que finalmente provocan la muerte de la neurona.
En busca de una cura
Hasta hoy no existe cura para la enfermedad de Alzheimer y aunque no se sabe qué la provoca, está comprobado que existe una relación entre la inflamación crónica y el deterioro progresivo del cerebro, afirma la investigadora, quien tiene entre sus líneas de investigación la búsqueda de indicios que expliquen qué da inicio a este proceso.
A la fecha, se han detectado ciertos factores que pueden influir en el riesgo de padecer esta enfermedad como obesidad, diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, depresión, aislamiento social e incluso la contaminación ambiental. Estas condiciones están relacionadas con un estilo de vida poco sano, por ejemplo, falta de ejercicio físico, consumo exagerado de azúcar, grasas y alcohol, tabaquismo crónico, estrés e insomnio, entre otros.