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“NO PUEDO DEJAR ESTE MUNDO SIN SER CAPAZ DE SER CAPAZ DE LO QUE PUEDO CREAR”: DE BEETHOVEN

A 250 años del nacimiento de Beethoven, hacemos un breve repaso de la vida de aquel niño taciturno y reservado apodado el Español ya que su personalidad le impidió hacer amigos durante su corta estancia en la escuela. Sin embargo, a los 10 años emprendió por Renania su primera gira artística.

Antes de cumplir los nueve años, Beethoven ya atraía la atención de la gente por sus dotes musicales. Su padre aprovechó esta circunstancia y comenzó a organizar, en casa de un amigo apellidado Fischer, unos conciertos domésticos que fueron un éxito tanto desde el punto de vista monetario como artístico.

En su biografía Beethoven, Jan Swafford escribe: “En la escuela, Beethoven aprendió algo de francés y de latín, así como a escribir con una elegante caligrafía que conservó hasta después de haber cumplido los veinte años, para degenerar más tarde en un frenético garabateo.

En la escuela aprendió a sumar, pero no a multiplicar ni a dividir. Hasta el final de su vida, si por ejemplo tenía que multiplicar 62 por 50, escribía 50 veces 62 en una columna y lo sumaba.”

NUNCA APRENDIÓ A SUMAR, MULTIPLICAR O DIVIDIR 

Su padre lo sacó de la escuela y le dijo que de ahora en adelante sólo estudiaría y haría música. Esto, claro, resultó una bendición para el niño. Ya de adolescente, Beethoven mostró ser un hombre que tendía a enamorarse apasionadamente.

Según su alumno Ferdinand Ries: “Beethoven miraba con gusto a las mujeres, sobre todo a las de bello y juvenil rostro. Cuando nos cruzábamos con una muchacha encantadora, solía darse vuelta para mirarla otra vez con sus anteojos, y reía o hacía gestos cuando era sorprendido por ella.”

Quinta de Beethoven de la oscuridad más profunda a la luz mas brillante

Es posible que Beethoven tuviera en mente algo así como un guion dramático de su Quinta sinfonía, pero luego llegó a la conclusión de que ésta no tenía que seguir al pie de la letra una narración definida. Así pues, a partir de un plan general, iría de la oscuridad más profunda, de la desgracia del destino inexorable, a la luz más brillante, al triunfo total y exaltado.

QUINTA SINFONIA LA APOTEOSIS DE LA DANZA

Wagner la llamó “la apoteosis de la danza” por su tremendo poderío rítmico que no cesa en ninguno de sus cuatro movimientos (Poco sostenuto –Vivace, Allegretto, Presto y Allegro con brio). Hablamos, por supuesto, de la Sinfonía número 7 en la menor, opus 92, de Beethoven.

Ya con serios problemas de sordera, Beethoven continuaba componiendo sus sinfonías, amando a las mujeres y su carácter era cada vez irritable. En la tarde del 26 de marzo, una implacable tormenta se desató sobre Viena, con relámpagos, nieve y granizo. En ese momento, el joven compositor Anselm Hüttenbrenner y una mujer (una versión dice que Johanna, la madre de Karl; otra, que Sali, la doncella de Beethoven) le hacían compañía a éste.

LA MUERTE HIZO LO SUYO

Hacia las 17:45 horas, según la versión de Hüttenbrenner, un relámpago iluminó la habitación y, un segundo después, se oyó el estallido de un trueno. Inopinadamente, Beethoven recobró la conciencia, abrió los ojos y levantó un brazo con el puño cerrado. A continuación, dejó caer la mano y sus ojos se cerraron. La muerte lo había hecho suyo.

El funeral –al que acudieron más de 20 mil personas se llevó a cabo el 29 de marzo y antes de que el féretro fuera bajado a la fosa abierta en el Cementerio Central de Viena, el actor Heinrich Anschütz leyó una oración fúnebre escrita por el poeta y dramaturgo Franz Grillparzer.

En el monumento-lápida que corona la tumba del genial compositor alemán se lee, a manera de epitafio, una sola y refulgente palabra: Beethoven.

GRANDEZA DE LUDWIN RADICA EN SU MÚSICA

La grandeza de Ludwing van Beethoven está en la fuerza de su música, más que en su proceso creativo diario, afirma el compositor Samuel Pascoe, autor de Sinfonía de la Paz.

Que compositores con sordera como Beethoven puedan escribir música pero no oírla, “es una vida triste”, dice el doctor Pascoe, académico de la Facultad de Música de la UNAM

“Ah —dice Beethoven en su Testamento de Heiligenstadt—, ¿cómo podría aceptar una enfermedad en el único de los sentidos que, en mi caso, debe ser más perfecto que los otros.

“Qué humillación la mía cuando alguien que está junto a mí oye una flauta en la distancia y yo no oigo nada”.

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