En la actualidad las pulquerías persisten, perviven, pero ya no se mira propiamente al productor, que es quien lleva una ganancia muy baja e incluso combina este cultivo con otras estrategias a fin de obtener el sustento para su familia.
El hecho de encontrar en las ciudades y áreas metropolitanas múltiples pulquerías habla de que su consumo ya no está ligado a una clase social, a un poder adquisitivo, sobre todo al considerar los precios que se pagan por la bebida, a diferencia si se piensa en la cerveza artesanal, mezcal o un vino.
En México habita el 55 % de las especies de agaves, las cuales tienen un uso muy versátil desde medicinas hasta materia prima, y algunas variedades son usadas para producir mezcal.
Si bien la denominación de origen buscaba proteger y promover la calidad de esa bebida, puede excluir a los productores artesanales que no tienen los recursos y las capacidades para cumplir con todos los requisitos, dejando a los pequeños productores al margen del mercado, pese que sus productos suelen ser de alta calidad.
Mientras que el consumo de la cerveza en México, asciende a 68 litros per cápita y en 2019 se produjeron 12 mil 500 millones de litros y a partir del año 2000 surgió el movimiento de la cerveza artesanal, la cual actualmente abarca sólo el 0.16 % de la producción nacional.
La relación entre cerveza y familia es relevante, ya que el primer consumo suele presentarse al interior del hogar, por lo que también se le considera importante para la socialización, en tanto los millennials la ven como un medio para establecer nuevos vínculos.
