“John fue un ciclón tropical que se formó asociado a la Zona de Convergencia Intertropical, y que se intensificó debido, principalmente, a las aguas cálidas que hay en esa región del océano Pacífico cerca de las costas del litoral mexicano”, describió Alejandro Jaramillo, investigador titular en el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC).
El especialista subrayó que “la categoría es una forma de medir qué tan intenso es un ciclón tropical en función de los vientos, pero algo muy importante, y que se ha enfatizado mucho en el Instituto desde hace varios años, es que no solamente el viento es peligroso. Estos sistemas, independiente de su intensidad, tienen distintos tipos de riesgos asociados a ellos, desde el viento hasta el peligro de la marea de tormenta. La precipitación es un factor muy relevante también a tener en cuenta”.
Para Jaramillo, las lluvias son lo que diferencia a Otis de John, ya que este último presentó una precipitación significativa, como se ha podido apreciar en las imágenes emitidas desde la bahía de Acapulco.
“John se comportó de una manera muy cercana a lo esperado, produciendo mucha precipitación. De hecho ya existían antecedentes sobre los peligros que este sistema podía representar. Acapulco nuevamente sirvió como un claro ejemplo de los riesgos asociados a los ciclones tropicales. No debemos pensar que sólo los eventos de alta intensidad, como Otis, que causó gran destrucción en Acapulco, son peligrosos”, destacó.
“Es importante tener conciencia que todos los ciclones tropicales, incluidos los huracanes de menor categoría, son capaces de producir mucha precipitación. Incluso un ciclón que no toca tierra puede influir en las precipitaciones, lo cual representa un gran peligro para la población. Todo esto debe tomarse en cuenta al evaluar los riesgos de estos sistemas”, enfatizó el universitario.
“Esa región en particular del Pacífico es, digamos, como ‘un nido’ donde se originan muchos sistemas que se terminan convirtiendo en ciclones tropicales. Tenemos ahí la Zona de Convergencia Intertropical, y a ésta a veces llegan perturbaciones, como ondas tropicales, que interactúan y generan el desarrollo de un evento que se podría terminar convirtiendo en un ciclón tropical. En este momento, por ejemplo, hay probabilidades de que se forme un nuevo sistema en esa misma región”, señala el especialista Alejandro Jaramillo.
Otro factor muy importante en esta zona es la presencia de aguas superficiales muy cálidas. “El combustible de los ciclones tropicales es el vapor de agua que viene del océano, por lo que temperaturas más altas en el mar proporcionan una fuente abundante de energía, permitiendo que cualquier ciclón tropical que se forme pueda alimentarse, crecer e intensificarse. Es, por así decirlo, una región ciclogénica, en la que se combinan varios factores que favorecen tanto la formación como la intensificación de estos sistemas. Al contar con los mecanismos y condiciones necesarios para la creación y fortalecimiento, aumenta la probabilidad de que impacten en tierra”, argumentó el especialista.