¡Hay amor ya no me quieras tanto¡

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El imaginario popular ha hecho del corazón la residencia de los sentimientos y de las emociones. Con el paso del tiempo, las neurociencias han aportado evidencia que apunta hacia el cerebro como generador del amor, la felicidad, la tristeza, los celos y el resto de sentimientos y emociones.

Especialistas de la UNAM señalan que el espectro de las emociones y de los sentimientos se origina en el cerebro. Es gracias a la intensa vida de las neuronas que los seres humanos gozamos o padecemos con la felicidad, el amor, la tristeza o el desamor.

La clave de la comunicación neuronal la tienen los neurotransmisores, que permiten el contacto entre las células que componen el tejido nervioso. El delicado paisaje bioquímico de nuestro cerebro incluye a sustancias indispensables para la generación de las emociones y los sentimientos. En la lista destacan la dopamina, la epinefrina y la serotonina, siendo esta última a la que Pasantes Ordóñez asigna un papel relevante en la gestación de la felicidad, y, por su ausencia, en cuadros de depresión.

Mientras que la región cerebral donde se percibe y se procesa la felicidad o la infelicidad, así como el resto de emociones, es un circuito plenamente identificado, y que fue descubierto gracias a uno de esos accidentes que suelen ocurrir en los laboratorios. Sin querer, investigadores canadienses que aplicaban un protocolo experimental a una rata, colocaron en el cerebro del animal electrodos en una zona distinta a la que planteaba la práctica. Lo que hizo la rata fue autoestimularse de una manera muy intensa. Los investigadores se dieron cuenta de la importancia que tenía esto. Y es que le producía tal placer al animal de prueba, que no podía dejar de oprimir la palanca que estaba conectada a su cerebro.

Fue así que los neurocientíficos comenzaron a rastrear dónde ocurría el estímulo. Volvieron a poner electrodos en otras áreas, hasta que dieron con el punto exacto. De este modo se estableció lo que se llamaba inicialmente el circuito del placer, “pero como eso del placer no sonaba muy científico, le cambiaron el nombre por circuito de recompensa, que es como se le conoce actualmente. Todo lo que nos causa felicidad o infelicidad va a ser registrado en esta zona, cuyo nombre científico es el circuito mesolímbico orbit

La felicidad puede originarse por muchas razones, aunque la mayoría viene del exterior. “Son estímulos del entorno los que nos hacen felices. O infelices. Esos estímulos son los que nos generan una emoción positiva o negativa. Hay condiciones en las que se puede obtener felicidad independientemente del entorno. Y eso es lo que hacen las drogas, que han ayudado a los neurobiólogos a entender cómo se procesa la felicidad en el cerebro.

Todo lo que pasa en el cerebro está mediado por la comunicación entre células, recalca la investigadora, quien puntualiza que las neuronas tienen un cuerpo, ramificaciones y una prolongación larga, a través de la cual mandan un mensaje a la neurona a la que le quieren decir algo.

De este modo establecen comunicación entre ellas. Al terminar esta prolongación hay como un ensanchamiento, donde ocurre la comunicación entre las neuronas. Cuando una quiere ponerse en contacto con otra, va a liberar un neurotransmisor, que está almacenado en la célula. El neurotransmisor interactúa con una molécula en la neurona que recibe el mensaje y que se llama receptor. Así, se libera el neurotransmisor y la neurona se conecta de manera específica con el receptor.

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