Neuromodulación: aliviar el dolor con descargas eléctricas

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Fue en la década de 1960 cuando el psicólogo Ronald Melzack y el neurocientífico Patrick Wall dieron a conocer la teoría de la compuerta, la cual explica que sentir dolor es el resultado de procesos dinámicos complejos en el sistema nervioso.

Con base en esa teoría y en trabajos posteriores, donde se usaban pequeñas cargas de electricidad para tratar a pacientes con dolor neuropático, dos décadas más tarde nació la neuromodulación. Esta técnica consiste en la aplicación de corrientes de baja frecuencia en los nervios para influir en las señales de dolor que llegan desde éstos al cerebro.

La neuromodulación, además de ayudar a pacientes con dolor crónico, ha mostrado resultados positivos en personas que padecen migraña, fibromialgia, trastornos mentales (depresión, ansiedad) y trastornos neurológicos (alzhéimer).

Diana Castillo Padilla, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM y experta en neurociencias, indicó que, de acuerdo con el tipo de estimulación, la neuromodulación se divide en invasiva y no invasiva, clases que a su vez se desglosan en diferentes subtipos. 

Dentro de la neuromodulación invasiva encontramos la neuromodulación percutánea (NMP). Esta técnica consiste en la inserción de agujas que transmiten una corriente de baja frecuencia que estimula eléctricamente el sistema nervioso para tratar patologías musculoesqueléticas.

La ventaja de este tratamiento es que restablece la función neuromuscular, mejora la función del sistema nervioso y ayuda en el tratamiento del dolor agudo y crónico.

Por otro lado, dentro de la neuromodulación no invasiva se encuentran la estimulación magnética transcraneal repetitiva (EMTr) y la estimulación eléctrica transcraneal por corriente directa (tDCS, por sus siglas en inglés), técnicas que se aplican sobre el cuero cabelludo del paciente. La tDCS estimula áreas específicas del cerebro, mientras que la EMTr se enfoca en modificar la actividad del cerebro a partir de campos magnéticos, que a su vez generan otros en la zona donde se produce la despolarización neuronal.

Aunque el principal fin de la neuromodulación es tratar el dolor crónico, también se ha aplicado en pacientes con depresión o ansiedad, migraña crónica, secuelas neurológicas por infarto cerebral, esclerosis múltiple o traumatismo craneoencefálico. Además, ayuda a los pacientes con insomnio a lograr un sueño reparador y normaliza el funcionamiento de los circuitos neuronales alterados en enfermedades cerebrales como la demencia o el párkinson.

De acuerdo con Castillo Padilla, la neuromodulación es un tratamiento menos costoso que las medicinas. A pesar de ello, no desestimó la funcionalidad de los fármacos, e incluso señaló que combinar ambas opciones puede ser muy benéfico para los pacientes.

Para saber si al paciente se le puede aplicar la neuromodulación, primero se realiza un electroencefalograma para descartar epilepsia; posteriormente, se le hace una evaluación neuropsiquiátrica.

Las terapias de neuromodulación en promedio duran de 30 minutos a una hora, y el tratamiento consta de 15 a 25 sesiones. Estos aspectos se definen a partir del trastorno y su severidad. La neuromodulación no provoca efectos secundarios de consideración; sin embargo, no es indicada durante el embarazo, o en pacientes inmunodeprimidos, con marcapasos o con antecedentes de epilepsia.

“Otro punto importante es que después del tratamiento se deberá estar en constante evaluación, por lo menos cada seis o tres meses, con el fin de evitar recaídas en los síntomas”, añadió la experta de la Facultad de Psicología.

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