Ese irresistible y doloroso sabor del chile

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La función de los canales iónicos (son proteínas que se encuentran en la membrana celular y que permiten el paso de iones a través de ella. Son esenciales para la actividad de las células y están involucrados en muchos procesos, como la contracción muscular, la liberación de insulina, la transmisión de impulsos nerviosos, y el control de la presión sanguíneos) es clave para entender los efectos del chile

Seguramente alguna vez te has “enchilado” a tal grado que has tenido una o varias de las siguientes sensaciones: dolor, ardor, entumecimiento, sudoración, lagrimeo, moco y hasta diarrea. Sin embargo, sufrir cualquiera de estos efectos no ha impedido que sigas agregando chile a tus comidas.

Durante los últimos años especialistas se ha dedicado a entender cómo es que nuestro organismo reacciona al comer chile, qué mecanismos moleculares subyacen a la detección del picor y su relación con la generación de dolor.

Se sigue la ruta científica a través del estudio de los canales iónicos, unas proteínas de la membrana de nuestras células que permiten el paso de iones o moléculas con carga eléctrica del interior al exterior.

Desde finales del siglo XIX, se conocía que todas las células del cuerpo están cubiertas y protegidas por una doble capa de lípidos (grasas), conocida como membrana plasmática, que protege el interior de la célula de lo que sucede en el exterior.

Esta capa, al estar formada por lípidos, no permite el paso del agua ni de los iones (moléculas con carga eléctrica positiva o negativa) que genera la corriente eléctrica en las neuronas.

Este hecho despertaba muchas interrogantes ya que podría ser un impedimento para que las neuronas realizaran su principal función: recibir información y transmitirla a través de impulsos eléctricos.

Muchos científicos consideraban la posible existencia de ciertas aperturas en la membrana plasmática por donde pudiera pasar el agua, aunque no lograban identificarlas.

Fue hasta finales del siglo XX que un grupo de investigadores encabezados por Peter Agre, de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, consiguió aislar en el laboratorio una proteína de la membrana celular que resultó ser un canal por donde pasa el agua hacia adentro y hacia afuera de la célula.

Años después, Roderick MacKinnon, del Instituto Howard Hughes de la Universidad Rockefeller, también estudió proteínas membranales con poros hidrofílicos en su centro, conocidos como canales iónicos, que se encuentran en la membrana celular de muchas células y neuronas.

Estos canales son regulables, es decir, se abren y se cierran de forma regulada en respuesta a ciertos estímulos y permiten el paso de iones entre el interior y el exterior de la célula.

Como los iones tienen carga eléctrica, su movimiento a través de la membrana produce corrientes eléctricas, las cuales dan origen a las señales con las que se comunican las neuronas y que son necesarias para realizar cada uno de nuestros movimientos.

Si comemos mucho picante, nuestro sistema nervioso interpreta la señal de que la boca se está quemando. Por ello, cuando nos enchilamos buscamos tomar agua y en ocasiones movemos las manos cerca de la boca como para enfriarla.

Cuando comemos chile en nuestro cerebro se producen endorfinas. Estas son un opioide natural que funciona como analgésico y que genera sensación de bienestar y felicidad. En parte esta es la razón por la que nos gusta comer picante y a pesar de las sensaciones dolorosas, comemos una y otra vez.

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