El matrimonio y las uniones infantiles, tempranas y/o forzadas (MUITF) constituyen una práctica nociva de género y una violación a los derechos humanos de mujeres, niñas y adolescentes. Los MUITF están relacionados con desigualdades de género, pobreza, violencia basada en género y que se agravan en contextos de migraciones, crisis humanitarias y desplazamientos. Los MUITF ponen en riesgo el presente y el futuro de niñas y adolescentes y limitan su ejercicio a la autonomía.
Una de cada cinco niñas contrajo matrimonio o mantenía una unión temprana antes de cumplir los 18 años en América Latina y el Caribe (CEPAL, 2022). México ocupa el 8º lugar a nivel global en cuanto a adolescentes casadas antes de los 18 años (Girls Not Brides, 2021).
En 2018, la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (ENADID) reportó que el 20.7% de las mujeres de 20 a 24 años, casadas o alguna vez casadas, tuvieron su primera unión antes de cumplir 18 años y el 3.6% antes de los 15 años. En localidades rurales, esta situación alcanzó el 31.2% antes de los 18 años y el 6.0% antes de los 15 años.
Por su parte, el Censo de Población y Vivienda 2020 registró 224,454 adolescentes de 12 a 17 años en una situación conyugal de unión (casadas o en unión libre) y 21,167 actualmente no unidas, pero con antecedente de unión conyugal (separada, divorciada o viuda).
La relevancia de la formación escolar radica en que es una herramienta para la vida, si bien los niños, niñas y adolescentes no han terminado ese ciclo, se analiza el momento, en un escenario ideal se esperaría que estuvieran estudiando aun cuando se hayan unido, lo que en muchos contextos no sucede.
Por otro lado, es necesario vincular los niveles bajos de esta variable con los rezagos socioeconómicos de los estados descritos, donde la relación causa-efecto parece bidireccional.
En 1992, la mitad de las mujeres sin ninguna formación escolar se habían casado o unido siendo menores de edad, en contraste, el porcentaje en las de licenciatura fue de 4%. Las edades medias crecen conforme la escolaridad lo hace, desde 18.5% entre las que no tenían instrucción y 23.5% las de educación superior; las masculinas se ubicaron en lo general dos años por encima.
Aunque la cantidad de mujeres sin instrucción se redujo drásticamente entre 1992 y 2018, no deja de impresionar que en este último año la mitad de ellas se uniera siendo menor de edad. Los porcentajes de las categorías de primaria y secundaria también son de importancia, comienzan a disminuir para la preparatoria (21%) y licenciatura (7%). Para el primer matrimonio existe un comportamiento similar, con proporciones ligeramente inferiores.
Asimismo, sorprende cómo en 2018 las edades medias a la primera unión no se movieron respecto a 1992, a diferencia de las del primer matrimonio, entre uno y dos años por arriba.
CHIAPAS
Los hallazgos de la investigación antropológica en Chiapas, a partir de la descripción de los distintos actores sociales, indica que los matrimonios y uniones tempranas y/o forzadas, tienen alta presencia en este estado, anclados históricamente en diversos contextos, pues aparecen en comunidades rurales, semiurbanas y urbanas, así como en los diferentes tipos de población, es decir, no sólo prevalecen entre los pueblos originarios.
Por supuesto, Chiapas cuenta con un 28% de población hablante de lengua indígena y un 37% de personas que se autoadscriben como indígenas, de tres años y más, según el censo 2020.
Se recuerda que, hace algunos años, para celebrar la unión, el aspirante y su familia tenían que dedicar cierto tiempo, trabajo y esfuerzo para ser aceptados, sin embargo, con la modernización capitalista e inmediatista esto cambió. El matrimonio tradicional implicaba una serie de actividades y trabajo a realizar e intercambios materiales (comida y bebida), el dinero sólo servía para adquirir los insumos necesarios, sin embargo, con el paso del tiempo, se buscaron nuevas formas de compensar el esfuerzo y facilitar las condiciones, de ahí que el dinero se vuelve relevante y protagonista al acortar los tiempos.