Hace 72.5 millones de años, gran parte de lo que hoy es Coahuila estaba cubierta por un mar poco profundo. El clima era similar al de un manglar o una costa tropical actual, con zonas pantanosas, islas y ríos que desembocaban en él. Este entorno albergaba un ecosistema rico en especies tanto terrestres como marinas.
En tierra, dinosaurios con cuernos como el Coahuilaceratops magnacuerna y el Yehuecauhceratops mudei convivían con dinosaurios con vela, como el Tlatolophus galorum y el Velafrons coahuilense, así como con hadrosaurios, entre ellos el Sabinosaurio. En el mar habitaban criaturas como el Deinosuchus, un cocodrilo prehistórico que alcanzaba entre 9 y 12 metros, además de organismos como los amonites.
Debido a su geografía prehistórica, Coahuila fue hogar de una gran diversidad de formas de vida. Sin embargo, el impacto del asteroide en Chicxulub, Yucatán, no solo provocó una extinción masiva que acabó con los dinosaurios y muchas otras especies, sino que también transformó radicalmente el ecosistema del estado. Lo que alguna vez fue un paraíso tropical se convirtió en una zona árida y desértica.
A pesar de ello, los vestigios de vida prehistórica quedaron preservados en diversos yacimientos. Hasta la fecha, en Coahuila se han descubierto al menos 15 especies de dinosaurios, lo que le ha valido el título de “Tierra de dinosaurios”. Este reconocimiento se refuerza con el hallazgo de una nueva especie recientemente descubierta: el Mexidracon longimanus, también conocido como el “dragón mexicano de manos largas”.
Este hallazgo fue posible gracias a una colaboración entre instituciones de México, Estados Unidos y España. Participaron investigadores de la UNAM, la Universidad de Ciencias Geológicas y Sociales de Coahuila y la Benemérita Escuela Normal de Coahuila, junto con expertos del Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos, el Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, el Museo Badlands y el Museo de Ciencia y Naturaleza de Denver.
Aunque el hallazgo de Mexidracon longimanus se dio a conocer este año a través de un artículo publicado en Cretaceous Research, sus fósiles fueron descubiertos en 2014. Durante una expedición en la Formación Cerro del Pueblo, el profesor Claudio de León Dávila y la Dra. Belinda Espinosa Chávez encontraron huesos de la columna, brazos, piernas y caderas.
Cuatro años después, la experta de la Facultad de Ciencias fue invitada a participar en el estudio del espécimen. Además de contribuir en la publicación que oficializó al Mexidracon longimanus, colaboró en la limpieza del fósil utilizando herramientas como cepillos, brochas, pinceles, cinceles, martillos, fresas y mini taladros eléctricos.
Durante la limpieza del ejemplar, el equipo de paleontólogos hizo un descubrimiento inesperado: las manos de este dinosaurio eran extremadamente largas y delgadas, siendo la palma por sí sola más larga que el brazo superior. Debido a esta característica distintiva, su nombre científico hace referencia a dicha parte de su anatomía.
El Mexidracon longimanus pertenecía al suborden de los terópodos, específicamente a la familia de los ornitomímidos. Estos dinosaurios guardaban un cierto parecido con las avestruces, ya que poseían pico pero carecían de dientes, aunque sus mandíbulas eran bastante robustas. Debido a ello, su dieta probablemente consistía en hojas, brotes, flores y frutos. Se cree que los ornitomímidos tenían un recubrimiento de plumas.
Este dinosaurio es único dentro de su grupo, ya que sus manos eran excepcionalmente largas, un rasgo anatómico sin precedentes en el mundo. Además, es el primer ornitomímido descrito formalmente en Coahuila. Este hallazgo confirma que las especies mexicanas pertenecen a linajes distintos a sus contrapartes canadienses y estadounidenses, lo que sugiere la presencia de un conjunto faunístico diferente en nuestro país.