De los hoyos Funky de Satélite a los toquines de la San Simón y la Santa María

Vistas: 32

Hay una parte del día cuya actividad económica, cultural y de entretenimiento no ha sido suficientemente estudiada, pero es muy importante para las grandes ciudades: la vida nocturna.

Un aspecto muy importante de los estudios sobre la noche es precisamente el económico, porque influye en los procesos de cambio de las ciudades y en la forma en que las personas se relacionan.

La Ciudad de México tiene una vida nocturna muy diversa y abundante, y si bien encontramos distintas opciones en diversas zonas de la ciudad, hay distritos que concentran estas actividades, como la alcaldía Cuauhtémoc, que es la zona con más oferta cultural y de entretenimiento nocturno.

Para los jóvenes que viven en los municipios conurbados, moverse en la noche hacia el centro de la ciudad es más complicado. Y regresar a sus casas es aún más difícil. Aunque en los últimos años en algunos municipios han surgido espacios de diversión nocturna, no es suficiente.

La oferta cultural actual es muy diferente a la de hace 40 años, cuando los lugares de música en vivo para los jóvenes eran muy pocos y las autoridades no simpatizaban con ese tipo de espacios. Todo eso ha cambiado, pues ahora hay una oferta muy amplia para los jóvenes, para las escenas musicales en toda la ciudad.

Además de esos grandes cambios en cuanto a los espacios, tampoco dejan de transformarse las culturas de la noche y las culturas juveniles.

“En la década de 1970, después del 68, en el país, en particular en la Ciudad de México, se restringió mucho la oferta de entretenimiento nocturno para los jóvenes, lo que generó particularidades en la noche de nuestra ciudad. Una fue el uso de los espacios privados para las fiestas y para las reuniones”, dice Mercado Celis.

Después del concierto de Avándaro en 1971, prohibieron el rock en la ciudad y las bandas se fueron a la periferia. Esto dio lugar al surgimiento de los hoyos funky, lugares en los que los jóvenes de los municipios conurbados organizaban ‘toquines’ para oír a grupos de rock locales en bodegas con suelo de tierra, terrenos o incluso en casas particulares.

“Eso es parte de la historia de la ciudad; los hoyos funky fueron importantes por sostener una escena musical propia de la Ciudad de México, de donde salieron grupos que después fueron influyentes. Y, aunque no al mismo tiempo, en la zona de Satélite, en el Estado de México, hubo un movimiento en el que surgieron bandas que básicamente tocaban en casas, en terrenos, en una serie de lugares un poco informales”.

Esto empezó a cambiar a finales de la década de 1980, cuando aparecieron lugares en los que se tocaba música en vivo, muy escasos pero que fueron muy importantes para la segunda oleada de bandas: Café Tacuba, Caifanes, Maldita Vecindad, Botellita de Jerez, entre muchos otros nombres.

Con esta nueva ola de grupos se empezó a construir otra noche. Pero otro aspecto que a veces no se toma en cuenta es el de otro tipo de minorías, por ejemplo, el movimiento gay y de sexualidad alternativa.

La historia nocturna de este sector de la población se remite a la puesta en marcha de sus primeros lugares secretos, donde, además de entretenimiento, se fueron construyendo identidades y acciones políticas para la comunidad LGBT.

Happy
Happy
0
Sad
Sad
0
Excited
Excited
0
Sleepy
Sleepy
0
Angry
Angry
0
Surprise
Surprise
0