Ratas y humanos, una relación ancestral

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Las ratas han acompañado a los humanos desde tiempos inmemoriales. Algunas especies, como la rata parda (Rattus norvegicus), también llamada rata gris o rata de alcantarilla, arribaron a Europa procedentes de su área de distribución nativa en China y Mongolia. Otras, como la rata negra, ya prosperaban en el Viejo Continente muchos siglos antes. Pero nunca como ahora habían tenido tantos elementos a favor para diseminarse sin control, y es que las ciudades superpobladas y el aumento de las temperaturas son un caldo de cultivo perfecto para que estos roedores tan denostados por la humanidad pero tan vinculados a la actividad humana no tengan límites a la hora de desplazarse.

De acuerdo a un reportaje de Sergi Alcalde, periodista especializado en ciencia, sociedad y medio ambiente y que fui publicado en National Geographic

Es tanta la comunión entre ratas y humanos que actualmente casi todos los ejemplares silvestres son sinantrópicos, esto es, que viven en una relación más que estrecha con los humanos. Comen de nuestras sobras y utilizan nuestras infraestructuras como refugio. En otras palabras: no podrían vivir sin nosotros.

Resulta que para estos roedores el mejor lugar para prosperar son las zonas urbanas; cuanto más densamente pobladas, mejor. Estas fueron las conclusiones de una reciente investigación en que ha analizado las poblaciones de ratas urbanas en 16 ciudades del mundo, en 11 de las cuales (esto es, el 69%) han documentado un aumento significativo de estos roedores. No solo eso, según esta investigación, las plagas eran más abundantes en aquellas áreas urbanas más densamente pobladas y con un mayor aumento de temperatura. Una sencilla operación aritmética es suficiente para inferir que, teniendo en cuenta que se prevé un incremento significativo del número de megaciudades superpobladas en las que el aumento de temperatura media será más que notable, lo más probable es que tengamos ratas para rato.

Malas noticias para los habitantes de grandes ciudades como Washington, San Francisco, Toronto, Nueva York y Ámsterdam, urbes en las que se espera un aumento significativo del número de ratas en los próximos años. En el otro extremo, ciudades como Tokio, Louisville o Nueva Orleans se beneficiarán de una importante reducción del número de roedores.

Una de las conclusiones más destacadas del estudio es la intensa relación entre el aumento de la temperatura y la tasa de proliferación de las ratas. Como pequeños mamíferos que son, estos animales no les sienta bien el frío, con lo que, al caer la temperatura, se les altera el metabolismo y el ritmo cardíaco, aceleran la respiración y se resiente el sistema inmunológico. Por otro lado, las temperaturas más altas se traducen en una temporada de cría más larga y unas mejores oportunidades para buscar comida durante más tiempo.

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