La desaparición de Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, está comenzando a tomar la ruta de un escándalo que no tiene nada que ver con las primeras versiones proporcionadas a los medios por fiscal estatal Uriel Carmona, quien, sin tener información clara ni la declaración del prelado, aseguró que se trataba de un secuestro exprés, asi lo señala el columnista Raymundo Riva Palacios en su columna Estrictamente Personal.
El periodista hace un recuento de lo que se ha pública en diversos medios de comunicación en las últimas hora respecto a lo que pudo haber ocurrido con el prelado.
Señala que la información está emergiendo a través de filtraciones de documentos oficiales a la prensa, lo que obliga a Rangel Mendoza y al Episcopado Mexicano a aclarar rápidamente lo que sucedió y explicarlo con detalle- lo que sea-.
El giro radical del caso de Rangel Mendoza se dio el miércoles, con revelaciones puntuales en el portal Central de Noticias de Morelos y en El Universal, que contradicen todo lo que hasta ahora se había dicho.
En su pieza periodística, Riva Palacio señala documentos oficiales que se entregaron a sus periodistas desmienten que el obispo, que fue reportado como desaparecido el lunes, hubiera ingresado voluntariamente el domingo al Hospital General de esa capital.
Las dos publicaciones señalaron que paramédicos lo recogieron en un hotel en Ocotepec, a una media hora de Jiutepec, donde el obispo vive, y fueron quienes lo llevaron al hospital. Central de Noticias, que obtuvo una copia de los reportes oficiales, citó: «Mencionan los paramédicos que lo re[1]cogieron inconsciente y desnudo en una habitación del Hotel Real de Ocotepec.
Los paramédicos presentan las pertenencias del paciente en una bolsa negra, la cual se le recoge, y es un pantalón de vestir gris oscuro, una camisa de cuadros morada, un gel lubricante íntimo y un estuche pequeño color negro con seis condones (uno abierto) y cinco pastillas azules».
El Universal, señala la columna de Riva Palacio, subrayó los resultados de los exámenes toxicológicos, que mostraron presencia de cocaína y benzodiacepinas-un opiáceo que requiere prescripción médica para tratar alteraciones como la ansiedad-.
Los medios reprodujeron la bitácora que muestra que ingresó al hospital a las 10 de la mañana del domingo, poco más de 12 horas después de que lo vieran en una pizzería al surde Cuernavaca y un día antes de que las autoridades lo localizaran, «con deterioro neurológico, a expensas de estupor, sin pertenencias y con un blíster de dos pastillas de Sildenafil», un medicamento que trata la disfunción eréctil y estimula sexualmente a quien lo toma.
El columnista afirma que el silencio no lo ayuda, como tampoco encontrará beneficio en ello la Conferencia del Episcopado Mexicano, que sólo emitió una declaración cuando presentaron la denuncia sobre su desaparición.