Las enfermedades cardiovasculares, principales detonantes de mortalidad en todo el mundo, se vinculan estrechamente con un consumo elevado de grasas saturadas e hidrogenadas. Ante este escenario, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se encuentra desarrollando una serie de directrices con el fin de asesorar tanto a los Estados como a sus ciudadanos respecto a su consumo.
La OMS plantea una serie de recomendaciones para el consumo de estas grasas, con la finalidad de disminuir el riesgo de que adultos y niños sufran enfermedades cardiovasculares. Por ejemplo, establece que las grasas saturadas no deben exceder el 10% del total de la ingesta diaria de calorías, y que las grasas “trans” o hidrogenadas deberían reducirse al 1%.
Además, invita a los responsables políticos y a los directores de programas de salud a alertar a la población acerca de las consecuencias del consumo de grasas saturadas y trans, y a proporcionar asesoramiento sobre las medidas preventivas que pueden adoptarse. La meta es que los gobiernos, desde el sector sanitario, preserven la salud de sus ciudadanos. Los consumidores, a menudo, no perciben la eliminación de las grasas trans y los productores pueden reemplazarlas con otras que posean propiedades similares, pero sin efectos perjudiciales.
Aunque en Europa occidental estas grasas han sido casi completamente erradicadas, en las regiones más desfavorecidas continúan siendo consumidas en exceso.
Las enfermedades no transmisibles son las responsables de aproximadamente el 72% de las muertes a nivel mundial, es decir, 39.5 millones de fallecimientos. Entre ellas, las enfermedades cardiovasculares se destacan como la principal causa de mortalidad por enfermedades no transmisibles en 2016.
El consumo de grasas saturadas y hidrogenadas representa uno de los factores de riesgo más relevantes. Otros elementos que potencian la probabilidad de padecer estas enfermedades son la falta de ejercicio, el consumo de tabaco y el abuso de alcohol.
Las grasas saturadas e hidrogenadas están presentes en diversos productos de consumo diario, tanto de origen animal como artificial. Por ejemplo, se encuentran en la mantequilla, la leche, la carne, el salmón, los huevos y algunos productos derivados de plantas, como el chocolate o el aceite de palma.
Sin embargo, no sólo se hallan en alimentos derivados de carnes, lácteos y plantas, sino que también pueden producirse industrialmente. Es así que se encuentran en los productos de pastelería, en las bolsas de papas fritas, en los aceites que utilizan los puestos de comida callejera e incluso en las cocinas de los restaurantes de mayor prestigio.