El cineasta Ismael Rodríguez (Nosotros los pobres) estrenó en 1965 El niño y el muro, una coproducción México-España. Ésta narra la relación que surge entre dos niños separados por el muro en el corazón de Berlín
Cientos de artistas alemanes han intentado retratar en su obra al Muro de Berlín, el significado de su construcción para la historia de Alemania y la marcada separación entre ambos territorios de la nación europea que se mantienen hasta nuestros días. El cine no se quedó atrás, películas como Las alas del deseo (1987), El espía que vino del frío(1965), Verboten! (1959), Cortina rasgada (1966), Adiós a Lenin (2003), La vida de los otros (2006) y, más recientemente, Puente de espías (2015) han buscado de igual manera aprovechar los temas alrededor de la muralla berlinesa para nutrir sus narrativas.
Sin embargo, un largometraje se distingue de la cinematografía dedicada al Muro de Berlín: El niño y el muro, también conocida como El niño, la pelota y el muro. La película se desmarca del resto porque fue hecha por un mexicano, el laureado cineasta Ismael Rodríguez, quien viajó a España y Berlín para realizar la filmación.
En su libro Un cineasta llamado Ismael Rodríguez, Rafael Aviña, crítico cinematográfico y conductor del programa Maravillas y curiosidades de la Filmoteca de la UNAM, cuenta la manera en que el director de Nosotros los pobres se acercó a la producción: “Un proyecto que Fernando de Fuentes hijo le había ofrecido en Madrid un fin de semana y al que Ismael intentó otorgarle una dimensión mayor a un argumento cercano al telefilme escrito por el estadounidense Jim Henaghan”.
La historia de la película es sencilla. En el Berlín Occidental vive un niño, Dieter (Nino del Arco) de unos cinco años, que al jugar un día con su pelota termina por mandarla al otro lado del muro. Hace un hoyo en la pared con la intención de recuperar el juguete, así conoce a una niña (Karin Block) que vive en el Berlín Oriental. Después de negociar por la pelota, entablan una genuina amistad que se ve interrumpida por la policía, quienes cubren el agujero que los conectaba. Él promete regresar.
La película nació durante los años 60, una de las décadas más prolíficas de Rodríguez, donde, además, se internacionalizó. Así lo constata el crítico peruano Isaac León Frías en su libro Más allá de las lágrimas, dedicado al cine latinoamericano y editado por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima:
“Al inicio de los años sesenta hay un giro en las obras de Rodríguez, quien deja por un tiempo los relatos asentados en las coordenadas genéricas para abordar historias con acentos testimoniales, como Ánimas Trujano (1961) con el japonés Toshiro Mifune en el rol de un indio zapoteca (la versión samurai de un indio zapoteca, según Ayala Blanco, 1968, p. 168), El hombre de papel (1963) y El niño y el muro (1964)… Estos cuatro últimos son los filmes de “festival” de Ismael Rodríguez.”
Aunque la filmación sucedió en España y el tema central nació en Berlín, Rodríguez logró imprimir su sello al proyecto aunque la puesta en escena seguía algunos de los preceptos marcados por el neorrealismo, en boga por aquellos años en Europa. Lo detalla Yolanda Minerva Campos García, investigadora de la Universidad de Guadalajara, en su artículo El muro de Berlín desde el imaginario del director mexicano Ismael Rodríguez. La coproducción de El niño y el muro: