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Vivir en el espacio, 100 mil personas podrían ser enviadas en cohetes a Marte cada dos años

La Agencia Espacial Estadounidense (nasa, por sus siglas en inglés) y empresas espaciales privadas están considerando construir estructuras habitables en órbita alrededor de la Tierra y de la Luna, en la superficie lunar y en Marte. Sin embargo, los estudios de los efectos fisiológicos en astronautas que han pasado desde días hasta meses en el espacio muestran que todavía hay mucho por resolver antes de que tales estructuras puedan habitarse de forma permanente y segura.

Dos de los efectos más importantes son las altas dosis de radiación dañina fuera del escudo protector del campo magnético terrestre y las diferentes condiciones de gravedad que prevalecen en esos ambientes.

Hasta ahora, la idea más precisa que tenemos sobre lo que sería vivir en el espacio y los efectos que tendría en el cuerpo humano proviene de los cerca de 300 astronautas que han permanecido en órbita —por cortas o largas temporadas— en la antigua estación espacial soviética MIR y en la actual Estación Espacial Internacional (EEI).

ESTAR TANTO TIEMPO EN EL ESPACIO DEFORMA EL CUERPO

Se ha puesto especial atención en dos astronautas: el ruso Valeri Poliakov, que estuvo 437 días en órbita entre 1995 y 1996 en la estación mir, y el estadounidense Scott Kelly, que pasó 340 días en la estación entre 2015 y 2016.

Aunque ningún astronauta ha padecido ninguno de estos problemas muchos sí han experimentado el llamado “síndrome de adaptación al espacio”, un efecto temporal de la ingravidez que consiste en dolor de cabeza, náusea, mareo y vómito que se explica en parte por la discrepancia entre lo que ven los ojos y lo que perciben las células del oído interno, las cuales nos permiten mantener el equilibrio. Si el cerebro no tiene pistas que le indiquen dónde es arriba y dónde es abajo el resultado es ese desagradable mareo espacial.

En un ambiente de microgravedad el cuerpo de los astronautas se relaja de forma extrema, tanto así que su columna vertebral se distiende y la persona crece en estatura, pero al mismo tiempo padece dolor en la espalda baja, porque la columna tiende a perder la curva natural que le ayuda a contrarrestar la gravedad.

Además, como en microgravedad se requiere mucho menos esfuerzo para moverse, desplazarse o mantener la postura, los músculos y huesos de los astronautas tienden a atrofiarse, especialmente los de la espalda baja. Un astronauta de entre 30 y 50 años que pase seis meses en el espacio puede perder hasta 50 % de masa muscular, equivalente al desgaste natural de una persona de 80 años en la Tierra.

MI CORAZÓN SE HACE CHIQUITO

Al mismo tiempo, la densidad ósea de los astronautas disminuye (o el calcio de sus huesos se pierde a través de la orina) entre uno y dos por ciento al mes en promedio, una pérdida 12 veces más acelerada que la de un adulto mayor en la Tierra.

El corazón, como los demás músculos, hace menos esfuerzo para bombear sangre y tiende a encogerse (al contrario de lo que sucede con un atleta en la Tierra, cuyo corazón tiende a crecer), como se observó en el caso de Scott Kelly.

De acuerdo con un artículo que se publicó en la revista Circulation, al menos uno de los lados (el ventrículo izquierdo) del corazón de Kelly se encogió a la cuarta parte de su tamaño a un ritmo de 1/40 por semana.

En algunos astronautas el aumento en la presión del cráneo puede dañar los ojos y los nervios ópticos, lo que da lugar al síndrome neuroocular, que puede afectar la vista, en algunos casos de manera permanente.

A LA CONQUISTA DE MARTE

Un plan a mucho más largo plazo, y cuya ejecución podría llevar años (si acaso es viable), es la colonización de Marte que impulsa el billonario Elon Musk con su compañía SpaceX, y en cierta medida también la propia nasa. Musk cree que es posible establecer una ciudad autosustentable en Marte que dependa de la energía solar y de los recursos del planeta, como sus minerales o el oxígeno de su atmósfera, para producir combustible (para cohetes, por ejemplo). Las ideas preliminares sugieren que las ciudades deberían ubicarse cerca de los depósitos de agua subterráneos que muy probablemente existen en ese planeta, y que sería posible cultivar alimentos en granjas hidropónicas.

El plan consiste en usar unas mil naves tipo Starship (una nave de 50 metros de longitud, nueve metros de diámetro y seis motores, aún en etapa de prueba en SpaceX) que serían lanzadas a una órbita relativamente baja a razón de tres al día por medio de potentes cohetes Super Heavy de 21 metros de altura y 33 motores (también en etapa de prueba).

Una vez en el espacio, las naves se acoplarían con otros cohetes Super Heavy, previamente puestos en órbita y bien abastecidos de combustible, que las llevarían hasta Marte con más de 100 toneladas de carga cada una. Musk estima que podría llevar unas 100 mil personas a Marte cada 26 meses cuando las posiciones relativas de Marte y la Tierra fueran propicias para un viaje con una duración mínima, es decir, de entre cinco y diez meses.

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