En 1985, el profesor de psiquiatría Richard Gardner dio a conocer el término “síndrome de alienación parental” (SAP) para referirse a la conducta de un menor que no quiere ver a su padre en un contexto en el que sus progenitores se están divorciando. De acuerdo con Gardner, la alienación parental se define como “un desorden psicopatológico en el que uno de los padres manipula o condiciona la relación de los hijos con el otro progenitor, buscando provocar rechazo, hostilidad o indiferencia hacia este último”.
Apenas él terminó de explicar qué era el SAP, se desató la controversia en las comunidades científica y jurídica. Algunos aceptaban este supuesto síndrome desde la visión científica e incluso pedían que ingresara en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), ya que había menores que sí podrían presentar el SAP; por otro lado, la Asociación Americana de Psicología (APA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) se negaron a avalarlo, puesto que no reunía los criterios metodológicos científicos necesarios.
Desde que se planteó el síndrome de alienación parental, y aunque fue utilizado en algunos juicios de guarda y custodia, ha sido constante el debate sobre si es o no un trastorno real. Adolfo Eduardo Cuitláhuac Montoya López, profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM, nos habló del panorama actual del SAP y si debiera ser incluido en la legislación nacional.
“El principal problema del SAP es que no está del todo conceptualizado, y, aunque se ha tratado de unificarlo, siempre hay varias interrogantes que se prestan a la polémica. ¿Realmente es un síndrome? ¿Qué rasgos lo definen? ¿Los comentarios que se hacen contra el padre o la madre son conscientes, son producto de la manipulación o producto del enojo por el proceso de separación? Cuando careces de tantas certezas, tanto en lo psicológico como en lo jurídico, es complicado llegar a un acuerdo, y eso sucede con el SAP”, comentó.
En el síndrome de alienación parental participan tres sujetos: el progenitor alienador, el hijo o hija alienado y el progenitor alienado.
El primero hace todo lo posible para que el hijo vea que el otro progenitor no quiere convivir con él: habla mal del progenitor, intercepta todo contacto, minimiza lo positivo (el tiempo que conviven, los regalos que le da). Lo que busca es acabar con el afecto que le tiene y que tenga una visión negativa de él.
Douglas Darnall, psicólogo estadounidense, dio a conocer que existen tres tipos de
progenitores alienadores: los pasivos, los activos y los obsesivos. Los primeros muy difícilmente emitirán alguna opinión negativa de su contraparte; los activos sí lo hacen, como resultado de un sentimiento negativo (enojo, ira o tristeza), pero se arrepienten tiempo después; los obsesivos son quienes realmente “trabajan” en que el hijo o hija odie o deje de querer a su otro progenitor.
El hijo o hija alienado es el menor que desprecia a su padre alienado, influido por los comentarios del padre alienador.