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La Tierra es un planeta único en el universo, y es el hogar de la vida conocida. Sin embargo, no es el único planeta terrestre que existe. Venus y Marte son dos ejemplos de planetas terrestres en nuestro sistema solar, pero ninguno es idéntico a la Tierra.
Para ser habitable, un planeta debe tener ciertas características esenciales, como un núcleo de hierro cubierto con un manto de silicatos, agua líquida en su superficie y una atmósfera con gases de efecto invernadero. La astrobióloga Antígona Segura, investigadora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, explica que los planetas terrestres son aquellos que cumplen con estos requisitos.
La terraformación de un planeta es un proyecto ambicioso de ingeniería planetaria que llevaría miles de años y requeriría de una gran cantidad de recursos y tecnología avanzada. Sin embargo, la idea de transformar un planeta inhóspito en un lugar habitable es algo que ha atraído la atención de la comunidad científica y la imaginación popular durante décadas.
Las astrobiólogas y astrobiólogos buscan planetas potencialmente habitables, buscando planetas terrestres que comparten características similares a la Tierra. La doctora Segura agrega que, aunque la atmósfera actual de la Tierra consiste en oxígeno, en su origen fue similar a la de Marte, compuesta por dióxido de carbono y nitrógeno. Fue el oxígeno producido por la vida el que conformó su atmósfera actual.
Existen planetas que son mucho más grandes que la Tierra y que tienen una composición tipo terrestre. Estos planetas son conocidos como “súper Tierras”. Según la doctora Segura, estos planetas podrían tener atmósferas de hidrógeno.
Sin embargo, aún no se ha encontrado un planeta con una atmósfera de dióxido de carbono, agua y que reciba suficiente energía de su estrella para mantener agua líquida en su superficie. La razón es que todavía no tenemos la tecnología suficiente para detectar y observar la atmósfera de estos exoplanetas tipo terrestre y su composición.
Se espera que con el Telescopio Espacial James Webb (JWST), se pueda determinar la presencia de atmósferas en los exoplanetas de TRAPPIST-1 y otros lugares de la galaxia, y determinar si son “potencialmente habitables”.
Eventualmente, sí, si desarrollamos la tecnología. Para terraformar Marte, se han realizado cálculos sobre lo que sería necesario para hacerlo habitable para ciertos organismos. Por ejemplo, se ha estimado la cantidad de gases de efecto invernadero y oxígeno que se requerirían.
Energético: alcanzar Marte requiere una gran cantidad de combustible. La pregunta es, ¿vale la pena tomar recursos de la Tierra para hacer esto? Ya sabemos que los recursos energéticos provienen de países que han sido históricamente explotados, y que los países más productores de dióxido de carbono son los países industrializados del norte, los cuales explotan a los países del sur (África y América Latina) para mantener un estilo de vida cómodo y contaminar el medio ambiente.
Político-ético: si se necesita más energía para terraformar Marte, ¿de dónde se obtendrá? ¿Quién garantiza que no habrá una explotación aún mayor de los países que históricamente han sido despojados de sus recursos? ¿Quiénes irán allí y bajo qué leyes y ética? ¿Iremos para repetir exactamente lo que hemos hecho en la Tierra? Incluso en el espacio, con la estación espacial, tenemos problemas, ya que Rusia está en guerra con Ucrania.
Un proyecto de ingeniería planetaria como la terraformación requeriría miles de años y estaríamos invirtiendo en el futuro de varias generaciones de seres humanos. “Personalmente, no creo que valga la pena”, opinó la Dra Segura.