Redes sociales habilitan nuestros demonios

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“El odio digital tiende a enaltecer lo espectacular sobre la dignidad –indispensable e imperdible– que es sumergida enmedio de las exigencias de la regularidad y la felicidad, del supuesto amor propio y de lo políticamente correcto”, afirma el doctor Édgar Miguel Juárez Salazar, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En el artículo Las pasiones mundanas en las redes sociales. Entre la imagen, el odio y lo efímero, reconoce que “en las dimensiones de la existencia, el amor y el aborrecimiento operan, topológicamente, como una banda de Moebius, en la cual el adentro y el afuera se confunden, pues siguen una misma dirección no orientable”.

En el texto apunta que “si en la red, la política gobernante tiende a señalar, denostar y censurar todo aquello inconcebible en los medios morales más inmediatos del cibernauta, debería sorprendernos que dichas posiciones apunten a un mundo no sólo reciclable y repetitivo, sino delimitador y casi impolutamente certero alrededor de juicios irresolubles”.

El investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa refiere que, en términos específicos, el amor y el odio instauran un trazo idéntico, aunque con alcances disímiles, ya que amar involucra perder, cuestión improbable en la civilización actual.

 “Para los monstruos civilizados amar es una suma y no una pérdida, las redes sociales habilitan nuestros demonios incapaces de admitirlo en nuestra vida exterior y cotidiana, en tanto sin lugar a dudas una de las pasiones del mundo digital es afirmar que todo aquello que resulta ajeno es inadmisible, una imaginería infantil ante el escenario actual, donde detestar parece desde luego más económico y plausible que indagar y dudar”, apunta.

La realidad encriptada en la virtualidad “ha entregado la garantía, muchas de las veces absurda, de que el semejante es el enemigo y conviene cuestionar cómo hacer con la hiel del otro que se parece tanto a uno mismo”.

Mientras, “el otro, el semejante cotidiano y reacio, tan similar y extraño es aquel que no admite recovecos, lo cual lleva a plantear si odio, control y amor domesticado han llevado a configurar nuestras claves, (pues) tal vez después de tanta miseria expuesta podría preguntarse la humanidad ¿qué más nos puede pasar”, cuestiona el egresado del Doctorado en Psicología Social de la UAM.

 “El totalitarismo del juicio inconsecuente, en efecto, determina el sectarismo político inherente a la circulación de los mensajes en el mundillo digital, donde la historia del narrador quizá sea muy parecida a los lúgubres personajes de la cancelación y la animadversión en las redes, siendo más específicos en Twitter”.

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