“Voy a reproducir la tiranía de mi padre con mis hijos”, los efectos de la soledad

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Ante la soledad que agobia hoy en día al mundo y que representa una seria amenaza para la salud de las personas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció recientemente la creación de la Comisión sobre Conexión Social, la cual promoverá las relaciones sociales y buscará soluciones para lo que en algunos países ya se considera una epidemia, especialmente entre los hombres.

 “A lo largo de la historia, la soledad ha acompañado a la humanidad en mayor o menor medida; sin embargo, hace tiempo que es un fenómeno social cuyo impacto negativo en los individuos ha aumentado. Ahora, la OMS la ha puesto en relieve, y está muy bien, para encararla. Anteriormente, esta organización centraba la salud sobre todo desde el punto de vista físico, pero en las últimas décadas lo ha hecho también desde el mental. La soledad de la gente no se va a resolver con vacunas o medicamentos; requiere abordajes más complejos”, indica Benno de Keijzer, asesor del Programa Integral de Trabajo con Hombres, de la Coordinación para la Igualdad de Género UNAM (CIGU).

De acuerdo con el académico, la soledad como un factor de riesgo llegó de la mano de la progresiva urbanización, los cambios en la familia, el individualismo impuesto por el capitalismo, las crisis económicas y, últimamente, la pandemia de la Covid-19, entre otras cosas.

 “No es lo mismo estar solo que sentirse solo. En ciertos momentos de nuestra vida queremos estar solos y disfrutamos nuestra soledad. Pero si nos sentimos así es por la escasa calidad de nuestras redes sociales, y esta sensación subjetiva de soledad puede ser dolorosa y, como ya vimos, convertirse en un factor de riesgo, incluso de mortalidad temprana, tanto para los hombres como para las mujeres. Entonces no únicamente es que nos sintamos solos, sino que también corremos un mayor riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, un infarto al miocardio, depresión o demencia, o cometer suicidio. La OMS asegura que el riesgo de mortalidad en las personas que se sienten solas aumenta 32 %”, agrega.

 “La socialización es el proceso de incorporación al mundo donde nos tocó nacer. En México y otros países todavía se esperan ciertas cosas de nosotros, los hombres, lo que llamamos mandatos: que seamos los proveedores de la familia, que neguemos nuestros sentimientos y emociones, que ejerzamos violencia… Y, además, a una edad temprana se nos da permiso y presiona para fumar, beber e iniciarnos sexualmente… Por eso, una gran cantidad de hombres crece con la sensación de que no son vulnerables a nada (de ahí que no acudan a los servicios de salud para prevenir alguna enfermedad; que no dejen el cigarro; que no se pongan el cinturón de seguridad cuando manejan; que se peleen a la menor provocación…) y con la certeza de que nunca deben pedir ayuda, porque hacerlo se asocia a la debilidad… Por supuesto, al preguntarles cuántas relaciones importantes tienen y de qué hablan con otros hombres, no saben qué responder.”

Estadísticamente, las mujeres se deprimen más, pero un porcentaje nada desdeñable de casos de ese padecimiento en hombres no se detecta porque, en lugar de tratarse en una consulta psicológica o psiquiátrica, termina en la cantina o en un incidente violento.

En México es infrecuente que los hombres hayan tenido o aún tengan un padre amoroso, cercano, orientador y respetuoso; la mayoría de ellos creció con uno impositivo, autoritario e intransigente, o bien sin él.

“Entonces, cada uno de esos hombres se debe preguntar: ‘Voy a reproducir la tiranía de mi padre con mis hijos, sobrinos, alumnos… o voy a analizar acerca de lo que esa tiranía me afectó y, a partir de esa reflexión, socializar desde una posición más flexible.

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