Desde la época de la Revolución Mexicana, niñas, niños y jóvenes que se quedaron huérfanos se desplazaron hacia Estados Unidos, por lo que es importante reconocer que siempre han intervenido de este fenómeno, pero permanecieron invisibilizados durante mucho tiempo, sostuvo la doctora Gianinna Pesci Padilla.
Al colaborar en el Seminario de Análisis Institucional Adolescentes mexicanos repatriados y la política migratoria fronteriza organizado por la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la especialista compartió algunas pistas para entender la migración de menores, pues su participación en los procesos migratorios internacionales no es algo reciente y obedece a una dinámica de expulsión.
Aunque refirió que los protocolos internacionales demandan políticas y programas de atención para la protección de los menores migrantes, en los últimos años se han dado coyunturas específicas que han agravado su situación al cruzar hacia el país vecino y se han convertido en víctimas colaterales de proyectos migratorios familiares.
Entre ellas están la pandemia por COVID-19, la securitización y militarización de las fronteras y el involucramiento de la mafia en los procesos de coyotaje, lo que ha empeorado las condiciones de las niñas, niños y adolescentes en situación migratoria irregular desde su tránsito por México.
La doctora en Estudios de Migración por el Colegio de la Frontera Norte indicó que entre las vulnerabilidades y riesgos que los menores deben enfrentar están las irregularidades en los procesos de repatriación y la estancia en albergues, los cuales tienen un cupo limitado y no cuentan con condiciones dignas para su habitación.
Pesci Padilla explicó que durante la detención en las llamadas hieleras se da una repatriación expedita sin un debido proceso de atención consular, con una ausencia de coordinación institucional y a cargo de oficiales del servicio de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos poco sensibles.
En sus estancias también se enfrentan a las bajas temperaturas de los centros de detención, protegidos sólo con mantas isotérmicas, con un acceso a insumos y alimentos de baja calidad y poco aporte nutricional, lo que vulnera el interés superior de los menores.
Además, existe una experiencia diferenciada, dependiendo el punto del cruce, desde el momento en el que salen, la ruta que transitan y los riesgos que afrontan, entre los que destacan el abandono por parte de los polleros, la falta de recursos básicos, como el agua y en algunos casos la muerte por asfixia.
La investigadora señaló que, si un adulto está expuesto a las violencias de coyotaje, con los menores migrantes estas condiciones se agravan, por lo que es necesario el establecimiento de políticas por parte de ambos países para garantizar su protección.