Xoloitzcuintle, ¿compañero de vida y muerte?

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En el México prehispánico los perros eran considerados compañeros de los difuntos en su camino de la vida hacia la muerte y, en el imaginario popular, el xoloitzcuintle es la raza a la que se le ha atribuido esta acción.

Raúl Valadez Azúa, investigador en el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, ha estudiado esta raza desde hace 30 años, lo que le permite explicar su origen y asociación a diferentes tradiciones, entre ellas las relacionadas a la muerte. “Los hallazgos más antiguos son del siglo VII de nuestra era. Ahí los perros pelones, junto con otras razas, se asocian a contextos funerarios o como guardianes de espacios considerados sagrados”.

Pero más allá de representar un papel como acompañantes o guías de los humanos en su viaje al inframundo, también tenían un valor simbólico que Raúl Valadez plantea con base en sus investigaciones.

Como su nombre lo dice, estos mamíferos se caracterizan y diferencian de otras razas por su ausencia de pelo, lo que se debe a una mutación. Esto provoca que el crecimiento y desarrollo de la capa llamada ectodermo, en el estado embrionario, de la que derivan los dientes, tejido nervioso, piel, huesos y otras partes, no se desarrolle bien.

“Se dice que en Tlaxcala, durante el siglo XVI, cuando faltaba lluvia, los sacerdotes movilizaban a las comunidades diciéndoles que se llevaran perros pelones hasta un templo llamado xoloteupan, donde eran sacrificados. Después se cocía la carne y se compartía entre la población en una especie de acto de comunión para pedir ayuda a los dioses”.

Los xoloitzcuintles también han aparecido como animales sacrificados en ceremonias masivas, junto con otros perros, para celebrar el inicio del año nuevo, a mediados de julio. Además, está el empleo en tradiciones funerarias. “Una cosa es acompañar a un difunto, lo que podía ocurrir por la propia condición del can como compañero del humano, y otra es ser símbolo de la muerte con el dios Mictlantecuhtli, señor del inframundo y dios patrono de este animal”.

Con base en estudios arqueozoológicos, análisis e interpretación del perro y su vinculación a la muerte, Raúl Valadez explica que, en los códices mesoamericanos, como el Borgia o el Vaticano 2, este mamífero, junto con Mictlantecuhtli, era un elemento valioso e indispensable en el ciclo de la vida y la muerte por sus hábitos carroñeros.

“Estos animales eran ligados al inframundo porque de alguna manera lo que comían en el mundo terrenal lo convertían en materias fecales, desechos orgánicos que se incorporaban a la tierra para pasar al inframundo y, posteriormente, se devolvían a la tierra como abono, que nutría las plantas y, por tanto, a la vida”, expone.

“En los años 30 toma auge el movimiento nacionalista mexicano que encumbra a los perros pelones como un símbolo nacional. Toda esa fuerza por parte de artistas y pensadores, ligada a los intereses del gobierno de encausar a la sociedad bajo un espíritu patrio, hizo que estos canes alcanzaran la categoría de animales divinos, como el único tipo que existía y que la gente usaba de mil formas”.

Además del peculiar xoloitzcuintle sin pelo y con ausencia de premolares, existe otra variedad de esta raza que sí tiene pelo y dentición completa. Esto se debe a que al cruzar una pareja de perros pelones la mitad de la carga genética, que tiene que ver con el desarrollo del individuo, es normal, y la otra está incompleta, tiene la mutación.

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