Desde sones, jaranas, Caifanes, Lucerito, el TRI, Molotov y corridos tumbados un recorrido de lo que escuchan los mexicanos

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Sonidos como los de los tambores, el del “organillero”, los “pregoneros”, así como las trompetas, violines, guitarras y guitarrones de los mariachis, o las marimbas; maracas, pianos, guitarras eléctricas, baterías, órganos y sintetizadores, entre muchos otros, que se escuchan a lo largo y ancho del país en las calles, mercados públicos, en las fiestas de los pueblos y ciudades, y hasta en los desfiles escolares y militares, han formado parte del paisaje sonoro de México desde tiempos inmemoriales.

En toda sociedad la cultura es importante, porque en ella se plasma la identidad de una nación, y hacer un recorrido por los 200 años del México independiente obliga a la consulta de expertos que nos guíen por un rápido recuento de esos dos siglos en el cual se refleje la pluralidad nacional en lenguas indígenas, tradiciones, comidas y, por tanto, musical. México es tan diverso en su geografía interna y cultural, que impide hacer referencia a una población de una sola identidad.

La música mexicana es el jarabe, los sones, los tríos, las jaranas, el mariachi, el pop y el rock, ya que con la globalización los distintos géneros ahora forman parte sustancial de la vida musical de nuestro país. “Esta bella arte es un periscopio maravilloso para conocer a la sociedad… dime qué escuchas y te diré quién eres”, manifestó.

“En el México del siglo XIX se escuchaban sones, personas cantando con guitarras, cantos religiosos y hasta el repique de campanas, que era un medio de comunicación para anunciar cuando el virrey iba a la catedral o cuando llegaba la flota de España; y no por nada la Campana de Dolores es un símbolo patrio, ya que Miguel Hidalgo y Costilla la usó para llamar a la gente a levantarse en armas”, afirmó Enríquez Rubio.

Después de la Independencia de México, el estilo “norteño” tomó popularidad en la parte norte del país, introdujo el acordeón, evoca a la fiesta y se relaciona con la polka y el corrido, que surgió durante la Revolución Mexicana con el fin de narrar historias o hechos.

La banda o tambora sinaloense se caracteriza por la combinación de corridos, polkas y huapangos y “El Recodo”, banda formada por Cruz Lizárraga, se considera como la pionera del género.

La ranchera, que se debe al conjunto de la cultura del folklor nacional, tuvo gran apogeo durante la época dorada con cantantes y compositores como Pedro Infante, Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez, Tomas Méndez o Cuco Sánchez, tradición a la que se sumaron entre muchos otros Luis Aguilar, Vicente Fernández, Lola Beltrán, Lucha Villa, Las Hermanas Huerta, Javier Solís y Antonio Aguilar, entre otros máximos exponentes.

Conocida originalmente como “música tropical”, la cumbia es mezcla de ritmos del son cubano, el porro caribeño, la rumba y el mambo; la balada, que son “covers” en “tu idioma” con melodías de amor-desamor, herencia aceptada hoy en día por el pop mexicano.

A lo largo de la década de los años 60, la mayoría de intérpretes famosos de baladas mexicanas como Angélica María y Enrique Guzmán dieron un giro al rock and roll, proveniente de Estados Unidos y la Gran Bretaña, dando paso a los grupos mexicanos como El Tri, Tequila, Peace and Love, Dug Dugs y los Hermanos Carreón; a ellos se les une el rock alternativo, todo aquello que no sonaba a rock no convencional con bandas como Caifanes, Café Tacvba, Maldita Vecindad o Molotov, entre otros grupos musicales urbanos.

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