De príncipe a monstruo. Fabiola sobrevivió a dos intentos de feminicidio

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Fabiola Posadas Torres, de 44 años, es una mujer que había alcanzado una vida económicamente estable, tenía una profesión consolidada como arquitecta y era empresaria; sin embargo, no imaginó que en ese momento de su vida, en 2019, conocería al hombre que parecía ser su pareja perfecta, pero que terminó convirtiéndose en un “monstruo”, como ella lo describe, pues intentó matarla en dos ocasiones.

En entrevista, Fabiola relata: “pensé que tenía una vida en la que no aparecería la violencia; mi proyecto de vida estaba definido, tenía planes de ser madre. Hasta ahora es cuando hago conciencia de todos los logros que había alcanzado en aquel entonces, pues en ocasiones una vive sin cuantificar quién es y cuánto ha logrado”.

Hace más de cinco años, Fabiola conoció a ese hombre que se manejaba como arquitecto, que supuestamente poseía estabilidad económica; decía ser un padre abnegado y fingía ser una buena pareja. “Durante seis meses nunca vi alguna actitud que me dijera que tenía que salir corriendo”, narra.

“Esa relación la describo como una estafa porque te llega por el lado emocional; él se esforzó por mostrarse como un personaje encantador, maravilloso y alguien a quien también admiraban otras personas cercanas a nosotros, por el supuesto amor que demostraba”, plantea.

“Después me enteré que no estaba titulado, que no era un padre abnegado, que tenía un patrimonio hecho bajo esta máscara y obteniendo beneficios económicos de mí, pues usaba los recursos de mi empresa, a los empleados, a los proveedores, y pasó mucho tiempo para darme cuenta que quería quedarse con mi casa bajo el argumento de que estaba enfermo”.

Fue en 2019 cuando la arquitecta vivió dos intentos de feminicidio. “La primera vez él fingió una convulsión, tomé su teléfono para llamar a los paramédicos, y en ese momento me di cuenta que me estaba utilizando y que tenía una relación con otra persona; pero, al sentirse descubierto, horas más tarde me puso por primera vez las manos en el cuello, intentando estrangularme”.

Fabiola comenta que “esa fue su manera de recuperar el control que ya había perdido sobre mí, porque le pedí que se fuera de mi casa; sin embargo, me di cuenta de que si no era por su voluntad, yo no iba a salir viva de ahí; pero también me autoengañaba, porque mi mente no podía asimilar que un ser tan extraordinario de repente se convirtiera en un monstruo”.

Señala que estaba envuelta en la manipulación de su entonces pareja y desde ese momento el control comenzó a subir de nivel: ella no podía contactarse con otras personas por llamadas ni mensajes porque él le arrebataba el celular constantemente para ver qué decía y con quién hablaba, incluso su mamá dejó de visitarla.

El segundo ataque ocurrió días después. “Estábamos viendo una película en la que todos los amigos dejaban los celulares sobre una mesa para que cualquier llamada o mensaje fuera del conocimiento de todos. Al terminar la cinta, me preguntó si quería que siguiéramos con ese juego. Ante el miedo de saber que mi vida podía correr peligro, dejé el celular y cuando quise huir, él volvió a intentar asfixiarme. Esa ocasión me estaba sofocando al taparme la boca y la nariz, no podía respirar, pero, en el forcejeo, él perdió el equilibrio y salí por el techo de mi casa, saltando las casas de varios vecinos hasta que logré llegar al departamento de una vecina quien me ayudó”.

Los daños que me ocasionó fueron muchos y también es muy doloroso cuantificarlos, precisa. “Yo ni siquiera había entendido lo que me había pasado hasta que tuve que leer el peritaje y fue devastador. No supe cuándo perdí una empresa, que mi tiempo, las 24 horas del día –porque hasta duermes pensando en eso–, ahora lo dedico totalmente al juicio”. Además, agrega “llevo más de cinco años de terapias psicológica y física, porque resulté con una lesión en la columna”.

Desde ese momento, la vida de la arquitecta cambió totalmente. “Esa Fabiola que existía se murió porque no hay algo de mí que no haya sido tocado, porque esta violencia permea en todo los aspectos”.

Se define como una víctima del poder. “Todavía hay un sector que cree que estos delitos sólo le ocurren a mujeres vulnerables en lo económico, pero si tomamos en cuenta que es un problema de poder, pues aquellas que están al lado de hombres poderosos evidentemente sufren estas violencias”.

Las redes de apoyo de mujeres fueron su sostén. “Ellas me tendieron la mano, me dieron ánimos de moverme porque ni siquiera podía hacerlo, me motivaron a denunciar y fueron de quienes recibí mucho apoyo emocional”.

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