Mito que disecar colibríes trae buena suerte

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Al igual que las abejas y los murciélagos, los colibríes realizan una función ecológica importante en la conservación de los ecosistemas al tratarse de una especie polinizadora. Aunque no se encuentran en peligro de extinción, están perdiendo su hábitat.
Ante ello, universitarios, liderados por la directora de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, de la UNAM, María del Coro Arizmendi Arriaga, llevan a cabo actividades encaminadas a la conservación de esta especie. Una de ellas es el Taller “Colibríes en mi casa. Aprendiendo a hacer mi propio jardín”, cuyo propósito es mostrar a los participantes cómo establecer un espacio con la selección adecuada de plantas.
Estos sitios proporcionan, al igual que a otras especies polinizadoras, alimento, refugio y ambientes de reproducción, a la vez que esas aves e insectos que ahí confluyen, en su interacción con las plantas, permiten que estas produzcan más néctar con mayor proporción de sacarosa que otras, apuntaron en entrevista Arizmendi Arriaga y Laura Núñez Rosas, investigadoras de la entidad universitaria.
La directora de la FES Iztacala indicó que en nuestro país existen 59 especies de colibríes –trece de ellas endémicas–, siete en peligro de extinción a nivel nacional, aunque en la Zona Metropolitana del Valle de México ninguna se encuentra en esa condición. Por el contrario, existen reportes del avistamiento de 21 especies, en promedio, “lo que para una metrópoli como esta, que es puro cemento y menos áreas verdes, sí es un número importante”.
Además, subrayó, dos de ellas son las más comunes, sobre todo en las zonas con mayor urbanización de las orillas del sur de la Ciudad de México, en especial donde inician los bosques: el colibrí barba negra (Archilochus alexandri) y el colibrí opaco (Phaeoptila sordida), especies que son ligeramente distintas a las que se avistan en la zona norte por la diferencia de condiciones ambientales; es decir, el sur es más alto, está más cerca de los bosques, mientras que el norte, en Tlalnepantla donde se ubica la FES Iztacala, es más plano y seco, llueve menos y está alejado de los bosques.
No obstante, en esa unidad multidisciplinaria se generan espacios diseñados con plantas florales como fuente de alimento y supervivencia. “Es como un oasis verde en una zona industrializada”, comentó la universitaria, quien creó en 2014 el primer jardín de este tipo, con la finalidad de recrear su hábitat natural, incrementar la población y estudiar su comportamiento biológico.
Destacó que el tema central del taller, cuya primera edición se impartió de manera presencial durante la Semana Internacional de los Polinizadores (del 19 al 23 de junio), es la conservación, por lo que se busca que realice una selección adecuada de plantas a sembrar.
“Conservar a los polinizadores significa preservar su hábitat y lo que hemos hecho en las ciudades, como la de México, es exactamente lo contrario, hemos destruido su hábitat para quedarnos con lugares llenos de cemento sin espacios naturales para que estas pequeñas aves e insectos puedan sobrevivir”, resaltó la universitaria.

Las universitarias aclararon que los picaflores no pueden vivir en cautiverio, no son aves de jaula puesto que una de sus mayores características es que son los mejores voladores de la naturaleza y si no los dejan volar, se deprimen y mueren. Tampoco se deben comprar colibríes muertos como amuleto, una práctica ilegal que persiste porque sigue existiendo la creencia de que tenerlos es bueno para el amor.

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