Un rico pozolito de carne humana

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Aunque es un platillo muy delicios y tradicional en México, el Pozole tiene su historia trágica con orígenes prehispánicos.
En el México prehispánico este platillo formaba parte de rituales que se hacían en ceremonias como ofrendas a los dioses -se cree que a Xipe Tótec, señor de la fertilidad y la regeneración del maíz y la guerra-, aunque siguiendo una receta mucho más simple que la actual.
Al igual que en el Neolítico en Europa, el canibalismo era una actividad frecuente en el México prehispánico, según un estudio realizado por un equipo de antropólogos de la UNAM, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Granada, sur de España.
Miguel Botella, director del Laboratorio de Antropología Física de la Universidad de Granada, señaló que los más de 20 mil restos óseos estudiados por estos expertos han demostrado que el canibalismo era “sistemático”, lo que “posiblemente indica que lo llevaron los humanos que pasaron el estrecho de Bering cuando ocuparon el continente por primera vez”.
El antropólogo señaló que en el México prehispánico, tras los sacrificios rituales en los que se ofrecían los corazones de la víctima a las deidades, el resto del cuerpo se cocía con maíz y era repartido entre todos los participantes en una especia de acto de comunión o sólo entre determinados sacerdotes.
“Ocurría como en las actuales corridas de toros, donde todo sigue un ritual, pero una vez que muere, el animal es carne”, manifestó Botella.
En la investigación se han recabado recetas de cocina de carne humana que recogieron los frailes españoles durante su labor evangelizadora tras la conquista, que señalan que nunca se tomaba asada y que era habitual añadirla al pozole.
Según el testimonio de uno de estos frailes, la carne humana “sabía como la del cerdo”, de ahí que, tras ser prohibido su consumo durante la cristianización de los indígenas, fuera sustituida por el puerco.
La manipulación de los cuerpos humanos para su ingesta —cortes, desuello, descarnado o cocción, entre otros— dejó marcas en los huesos, que han sido analizadas por estos expertos y han permitido determinar “toda la metodología utilizada en lo que constituían acontecimientos ritualizados”.
Botella subrayó que es “interesantísimo” comprobar que las descripciones de estos rituales por parte de los frailes españoles “se corresponden con las marcas de los huesos estudiados”, por lo que concluyó que “exageraban bastante menos de lo que se suponía”.
El equipo de investigadores, que lleva diez años enfrascado en este estudio, trabaja ahora en “unir las celebraciones de las que hablan los frailes españoles con las evidencias de canibalismo”.
Se trata de una tarea “bastante complicada” porque la variedad de sacrificios prehispánicos era “enorme” y hay que estudiar “a qué fiestas o motivos se corresponde cada cual”.
Una muestra de que el canibalismo era “sistemático” es que este antropólogo ha estudiado en Guadalajara más de 2.000 herramientas hechas con huesos humanos, desde punzones a arpones pasando por instrumentos musicales, lo que evidencia “una industria artesana establecida”.

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