Adiós a la dieta de nuestros ancestros

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Un gran número de mexicanos ha cambiado en los últimos años su dieta, abandonando lo tradicional (consumo de proteína vegetal, como frijoles y maíz) por una opción más globalizada (carne y trigo). Esta modificación ha impactado la salud de la población y afectado diversos ecosistemas a lo largo y ancho del territorio nacional, así lo apunta el estudio “Socioeconomic, demographic and geographic determinants of food consumption in Mexico”, difundido por la publicación especializada Plos One.

En la investigación participaron los especialistas universitarios Louise Guibrunet, del Instituto de Geografía (IGg); Ana G. Ortega- Avila, de la Facultad de Medicina (FM); Esperanza Arnés, del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, y Francisco Mora Ardila, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad.

La investigación tuvo como punto de partida la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública en colaboración con el Instituto Nacional de Geografía y Estadística, que se generó en el periodo 2018–2019. Esta decisión se debe, como explica la publicación, a que “la encuesta es transversal, probabilística, polietápica y estratificada, y es representativa de la población mexicana a nivel nacional, regional y por tipo de asentamiento (urbano/rural). Las regiones propuestas por la Ensanut y utilizadas en este artículo reflejan ampliamente las diferencias climáticas y culturales en todo el país que han dado forma a diversas dietas”.

 “Lo que intentamos hacer con el artículo fue agrupar a las personas en México dependiendo de los alimentos que consumen, de sus patrones de alimentación, y permiten evaluar qué tan buena o mala es ésta en las personas”, explicó Ana Ortega-Avila, profesora en Ciencias de la Nutrición Humana en la FM.

 “Encontramos que la población mexicana se divide en cuatro grupos o patrones de alimentación: el ‘básico’ (6 % de los habitantes), el cual se parece más a la dieta tradicional y generalmente se encuentra al sur del país y en zonas rurales; el ‘prudente’ (26 %), que incorpora de manera más balanceada diferentes grupos de alimentos, e incluye más frutas y vegetales; el ‘alto en carnes’ (60 %), el cual consume carnes y cereales; y finalmente el ‘bajo en frutas’ (8 %), que come muy pocas frutas y verduras, también carne, pero ingiere más grasas y azúcares”, precisó.

Para Louise Guibrunet, del Departamento de Geografía Social del IGg, uno de los hallazgos más importantes es que la elección de la dieta no es meramente personal: “hay factores que explican por qué nos encontramos en un grupo u otro, los cuales pueden ser diversos: demográficos –como la edad o el sexo–, geográficos –en qué región del país vivimos–, etcétera. No comemos lo mismo si vivimos en el norte o en el sur, tampoco si es en una ciudad o el campo, y depende también de nuestro nivel de ingreso”.

Puso como ejemplo al grupo ‘básico’: “no solamente encontramos que hay muy poca población que pertenece a él, también tienden a ser personas que viven en zonas rurales del sur o del centro del país y con un nivel socioeconómico menor”. Como contrapunto, señaló al de ‘alto en carnes’: “es muy sorprendente que fue el grupo más grande con 60 % de habitantes; es más probable que sean individuos de ingreso económico alto y que vivan en el norte del país. Esto tiene impactos tanto para la salud como para la sustentabilidad”.

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